CLARA JANÉS
Una estrella de puntas infinitas. En torno a Salomón y el Cantar de los cantares
Discurso leído el 12.06.2016
«El
enigma ronda la escritura» repite Clara Janés, para quien la poesía sale a
descubrirnos desde dentro. Por eso ha dedicado su discurso de ingreso en la
Real Academia al poema más enigmático, el Cantar
de los cantares. La piadosa mentira de que pudiera haberlo escrito el rey
Salomón diez siglos antes de Cristo, junto con la creencia de que pudiera
tratarse de una alegoría, lo integraron en el catastro de los libros sagrados
hacia el año 70 de nuestra Era. «Todavía me parece incomprensible», se
maravillaba Guido Ceronetti, uno de los más profundos exégetas del poema. En
realidad, como dice Janés, es un sartal de requiebros (por cierto llenos de
sensualidad y de picardía) que intercambian dos amantes. «No tiene principio ni
medio ni conclusión; como libro es el más descosido de los Hagiógrafos; no
contiene nada, no significa nada; nada más allá de una letra y una canción a
dos voces en una mala copia» recalcaba Ceronetti. Sin embargo se incluyó en las
Escrituras y se interpretó como conversación divina desde el siglo XII, e
incluso se le buscaron simbologías alquímicas en la obra de santo Tomás de
Aquino. Pero lo que a Clara Janés le ha interesado más es precisamente el poder
del enigma, el afán de desentrañarlo que impulsó en el Renacimiento a unos estudiantes
de la universidad de Salamanca, insatisfechos por la traducción de san Jerónimo,
a acudir a las fuentes originales hebreas. Arias Montano domesticó la
traducción convirtiéndola en égloga, pero Fray Luis de León la vertió
directamente al castellano, lo que le supuso los disgustos y desencuentros con
la Inquisición que, «como decíamos ayer», son de sobra conocidos. Y el caso es
que, los versos hebreos, carentes de vocales y por tanto muy ambiguos, una vez
reinterpretados por el agustino de Benavente, seguían siendo tan sensuales, y
por tanto tan incomprensibles para los que les buscaban una explicación
sagrada, que santa Teresa escribió: «tan oscuro nos queda como el latín». Y sin
embargo, el humus de aquel poema antiguo fermentó en la sensibilidad de san
Juan de la Cruz y rebrotó transmutado en el Cántico
espiritual. Ese es el viaje que resalta Janés.