Unos días de invierno, de Antonio Moreno



ANTONIO MORENO
Unos días de invierno
Renacimiento, Sevilla, 2016

Curiosa la relación del haiku con el poema convencional. Un haiku es poesía, pero no es exactamente poesía. No se elabora, surge. Es el asombro de ver, de oír, de oler. Tan solo un destello.
Hay que tener la sensibilidad de asombrarse, pero luego hay que tener la pericia de salvar ese asombro en tres versos de 5, 7 y 5 sílabas, y la humildad de no añadirle ningún adobo de retórica. En la «Nota del Autor» con la que Antonio Moreno (Alicante, 1964) remata su libro Unos días de invierno, explica que después de tres años sin escribir un poema se le aparecieron estas piezas que no siente como poemas. Los define como «una plena forma de contacto con lo concreto». Y Antonio Moreno es un poeta reconocido y un estudioso de la poesía, es decir que sabe lo que es un poema convencional y lo que se siente al escribirlo. Y por cierto que el tono de su poesía, reposada, contemplativa, vibra muy cerca del espíritu del haiku. Sin embargo es muy probable que un exégeta estricto del género, estoy pensando en Vicente Haya, descartaría piezas emocionantes como: «Aquí trae el viento / (que bate las persianas) / la lejanía», por la utilización de elementos no presentes en la situación, por no ceñirse a una estación concreta y por otras exquisiteces. Un buen degustador de asombros puede prescindir de todas las reglas y disfrutar del abanico que le brinda Moreno: haikus urbanos en su mayoría, aunque la sensibilidad para captarlos le naciera en un paseo junto al mar. Hay situaciones tan caseras como un telefonazo: «Llamada errónea. / Una voz me pregunta / que quién soy». O un mirarse al espejo: «Es tan extraño… / El espejo, ese rostro / cansado y viejo». Pero también las sorpresas cotidianas de alguien que mira a su alrededor y está atento a los detalles: «Un niño corre, / juega haciendo que muere. / Y cuánta vida». O «La gata escuálida / y tuerta, ha sido madre: / tres lindas crías». El contraste de la vida que nos rodea con nuestro estado de ánimo: «Turbada noche / de hospital. Al salir, / unos gorriones». Tras escribir un centenar largo de asombros, el autor sigue sintiendo que su poesía está en barbecho. Sus haikus no. Es evidente.

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