Ada Salas, Descendimiento

ADA SALAS
Descendimiento
Pre-Textos, Valencia, 1018

«No repares en qué / parecen esas bocas / -ni siquiera en lo que / tu piensas / que articulan.- Entra hasta / su estómago. Deja / que te digieran. Hazte carne en su carne / sé / lo que quieren decir».
Como esos apasionados que se sientan durante horas ante un cuadro del Museo del Prado, Ada Salas (Cáceres, 1965) ha estado observando una pintura hasta fundirse con ella, disolverse y destilar sus emociones en un poemario que se titula igual que la pintura: Descendimiento. Se trata de una tabla en la que Rogier van der Weyden interpretó el descendimiento del cadáver de Cristo. Nueve personajes se apiñan alrededor de la figura desmadejada. La que más llama la atención es la Virgen María, que se ha desvanecido. «Nadie mira hacia nadie. / Todos los ojos son / el ensimismamiento. No hay quien mire / de frente / hacia el dolor del otro…/ (…) De repente el dolor. Estamos todos / muertos. Ninguno de nosotros / ya es / una persona». El libro incluye una fotografía en blanco y negro de la pintura, pero remite a la página web de la pinacoteca si se quiere apreciar la tabla en una reproducción más fidedigna. Van der Weyden la realizó antes de 1443. Ada Salas juega con la superposición de tiempos y de muertes: la de los personajes que aparecen, la del oscuro pintor flamenco que catorce siglos después los interpretó, la de la propia Ada Salas, la de sus lectores actuales y futuros, todos unidos en la contemplación: «Y ahora preguntamos / quién / nos hizo personajes de este drama. Un poco / de piedad. El canto de algún mirlo el sol / de Galilea». La contemplación sirve como estímulo. Salas avanza tanteando con versos quebrados y tajantes que se encabalgan y conducen a conclusiones dolorosas: «la muerte nos aleja la muerte no es humana» o, en otro momento: «lo que más me obsesiona es tanta soledad». A veces, la poeta levanta la cabeza y su vida cotidiana entra en el juego: «llegaron / las heladas y no había / protegido mis plantas». La vida que prosigue y consuela: «Quién se atreve a decir que todo está cumplido. // Cuando va a anochecer/ los vencejos inundan esta sala / vacía».


1 comentario:

  1. muchas gracias por hacer publicidad del libro, puedes contactarme en
    adasalas005@gmail.com

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