Jorge Valdés Díaz-Vélez, Parque México

JORGE VALDÉS DÍAZ-VÉLEZ
 Parque México
Renacimiento, Sevilla, 2018
«Las primeras palabras del poema / las escribe la muerte, y enseguida / se adueñan de la página».
El mexicano Jorge Valdés Díaz-Vélez (Torreón, Coahuila,1955) ha recorrido el mundo desde joven por su oficio de diplomático, que lo ha traído y llevado por América, África y Europa. Sin embargo, aparte de su tierra natal, es sobre todo en España, en editoriales como Hiperión, Quálea y Vandalia, donde ha ido consolidando su quehacer de poeta. Ahora reúne en Renacimiento una selección muy cuidada de sus poemas en los que por lo general, cuenta historias, procurando que apelen a los sentidos. Sabe Valdés que los sentimientos atienden sobre todo a la sensorialidad y él apoya en las descripciones sus nostalgias con un punto de melancolía y un tono reconocible. Su biografía y su cultura están integradas para que enriquezcan sin distraer. Adopta por ejemplo el papel de Ulises en su regreso anónimo a Ítaca, a la que acaba renunciando tras saborearla: «Degusté el sexo de los higos, / la pulpa de un dátil, el cálido / resplandecer de la aceituna». Renuncia también a intervenir en un mundo que se despedaza: «pero yo estoy aquí, con este libro / de Valéry. No entiendo lo que hago / ni qué podría hacer tan sólo un hombre». En todo caso Valdés tiene muy claro lo que hacer: vivir y contarlo, valorar los detalles, el relámpago que no deja vestigios, las llaves que ya no sirven pero aún siguen dando juego, el hogar vacío cuando se fueron los hijos, la conversación telefónica con la madre, llena de silencios y de guiños compartidos. Canta sobre todo Jorge Valdés a la mujer, observa sus gestos más imperceptibles y nos los sirve vivos para vivirlos con él, morosamente: cómo se viste o se peina o vuelve del placer: «ella tiene / señales del amor en las pupilas». En su caja de herramientas encontramos las enumeraciones caóticas de Borges, sus sonetos y algunos finales contraclimáticos de Luis Alberto de Cuenca, por citar solo unos pocos ejemplos, pero todo está engastado en un decir propio, en un viaje que nunca pierde de vista lo tangible: «Giré la llave / y entonces comenzó la lejanía».




   

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes expresar tu opinión sobre este artículo