El mago del suspense



El otro día vimos Hitchcock, la película de Sacha Gervasi que cuenta como se gestó Psicosis desde su concepción hasta el glamuroso estreno. Pasamos un buen rato, lo que no significa que la película sea objetivamente estupenda. Pasará de largo por los Óscar. Está lastrada por el desproporcionado maquillaje que convierte a Anthony Hopkins en un busto, el de aquel individuo de barbilla prominente, labios gordos y mirada cómplice.
Su expresión hierática nos despista a ratos. En otros, ayudan las eficaces interpretaciones y una trama entretenida. No entra, o entra de puntillas, en los delirios persecutorios de Hitchcock, que era un acosador de rubias. En cambio convierte en heroína, seguramente con razón, a su mujer, Alma Reville (Helen Mirren), que lo mismo llevaba la casa que arreglaba los diálogos que sustituía a su marido en la dirección cuando este caía enfermo.
Nada más volver, reviso la larga entrevista que le hizo François Truffaut a Hitchcock en los setenta. Es uno de mis libros fetiche. He aprendido más sobre cine y sobre literatura en este libro que en muchos otros que he leído, incluso agrupándolos por docenas. Las entrevistas, bien realizadas, dan mucho de sí (otra de mis preferidas es una que le hicieron a Einstein). Repaso los subrayados que tracé en El cine según Hitchcock en anteriores lecturas y, por una vez, los encuentro coherentes. El Mago define su especialidad, el suspense, de manera eficaz: “se trata de dar al público una información que los personajes de la historia no conocen todavía; gracias a este principio, el público sabe más que los protagonistas y puede plantearse con más intensidad la pregunta: «¿Cómo podrá resolverse la situación?»
Leo varias veces el párrafo y me pregunto si no es exactamente lo que está sucediendo por ejemplo con el caso Bárcenas. Nosotros, el público, tenemos toda la información, mientras que los personajes la desconocen o se esfuerzan en desconocerla. Sabemos que en cualquier otro lugar civilizado, en cuanto los protagonistas sepan lo que nosotros sabemos, tendrán que dimitir. Pero, como pasan los días y no dimiten, aumenta el suspense: empezamos a preguntarnos  «cómo podrá resolverse la situación». Sigo leyendo. Hichcock, que era una especie de prestidigitador del cine, nos ilustra sobre uno de sus trucos, el Mac Guffin. Es el plano secreto que buscan los personajes, el tesoro, lo que les impulsa a actuar. Asegura que, como narrador, no le interesa. Lo importante es que les interese mucho a los personajes.
¿No es acaso la autentificación grafológica de la firma de Bárcenas un Mac Guffin canónico? Nosotros, el público, sabemos que la letra es auténtica, mientras los personajes parecen desconocerlo y actúan como si les fuera la vida en demostrar lo contrario. Del mismo modo, en el reciente debate sobre el estado de la Nación, casi todos los actores y muchos medios informativos han repetido que Rajoy ha aplastado a Rubalcaba, lo que sin duda es un Mac Guffin. A los actores les importa mucho y a nosotros un pimiento. Nosotros, el público, conocemos el verdadero estado de la Nación: una España sumida en el paro, sojuzgada por los bancos y las grandes fortunas, como ilustran los medievales desahucios, y unos actores que parecen desconocer lo que todos vemos: que la única salida es olvidarse del déficit e inyectar dinero desde la administración para crear trabajo. ¿Cómo podrá resolverse la situación? En eso consiste el suspense. Por cierto, he consultado la ficha de Psicosis y Alma Reville no figura en los créditos. No se crean nada de lo que sale en el cine.
François Truffaut: El cine según hitchcock. Alianza Editorial. Madrid, 1990 (1974)

1 comentario:

  1. Muy buena reflexión Arturo. A mí nunca me gustaron las películas de suspense, ahora, me veo envuelta en una de esas con muchos extras sin contrato y muchos buenos actores que jamás ganarán un Goya. Un pena que el director siga escribiendo guiones tan diabólicos donde el final sea como en las películas de terror, en las que no queda ni el apuntador a salvo.

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