José Saborit: Con los ojos de nadie

JOSÉ SABORIT
Con los ojos de nadie
Pre-Textos, Valencia, 2021

«Deshacerse en la luz / mientras brilla aún tu hoguera».
Decía Gil de Biedma que uno no escoge los materiales con los que trabaja sus poemas, que le vienen dados. Tratándose de un pintor que imparte clases de Pintura en la Universidad y ha publicado un ensayo analizando el caminar, a nadie puede extrañarle que a José Saborit (Valencia, 1960) se le mezclen las artes en la paleta cuando escribe poesía. Desde el título, Con los ojos de nadie, el suyo es el poemario de un pintor, sin que esto le reste ni un ápice de valor al libro. Al contrario. Quien conoce su pintura, y en especial sus obras, que enfocan el horizonte hasta que la mirada se difumina convirtiendo la luz en protagonista, comprenderá que su poesía prolonga esa vivencia. O viceversa: «no lo sabes, / pero hay algo en la luz de esta mañana / que ha disuelto los años, la memoria / de lo cien veces visto: / te ha salvado de ti, / de cuanto sabes». El libro Con los ojos de nadie va detrás de la luz para fundirse en ella hasta que no haga falta pensar, que es otra forma de sabiduría: «Esfumarse y perder / la grave y pesarosa y apretada / conciencia de lo sólido». Como afirma otro de los poemas, esta poesía nace con la vegetal vocación de abrazar al lector. Pero los versos de Saborit no se están quietos, miran y al mismo tiempo avanzan: «Un pie tras otro pie / van soltando mi peso en cada huella; / ¿hay otra levedad / más cierta que el andar?». A cada paso, el cuerpo se va aligerando hasta adquirir la vida propia que le robamos civilizándolo: «ligeros, nuestros cuerpos, sin nosotros, / qué bien se entienden ellos / si los dejamos solos, / como niños traviesos corriendo por la casa...». Sin embargo este desvanecimiento en la luz tampoco implica abstracción. Estamos hechos de luz, y en su vibración siguen vivas todas nuestras edades: el barro de la infancia, el temblor de la mano cuando dibuja las hojas de una rama, el río del vivir cuando su cauce empieza a estrecharse. Todo eso hay que cantarlo: «Buscadme en esta playa: / Cuatro granos de sol y cuatro gotas / de sal han de bastar / para dar gracias».











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