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LUIS GARCÍA MONTERO No puedes ser así (breve historia del mundo) Visor, Madrid, 2021 |
«Bajo el ruidoso frío de
la gente / me conmueve el calor de mi silencio»
Pocas personas en España saben
tanto de poesía como Luis García Montero (Granada, 1958). Y a pocos de los que
saben de poesía se les oculta que la poesía social, la que intenta protestar
contra el orden imperante y sus injusticias, encuentra serias dificultades para
emocionar, porque cuando las ideas entran en juego, los sentimientos se
repliegan. Aun así, García Montero está decidido a desafiar ese límite, lo lleva haciendo desde que empezó a escribir. Joan Margarit, en la carta pública que le escribió en 2012 señalaba el poema «El insomnio de Jovellanos» como un ejemplo de la determinación de Montero por reflexionar sobre justicia y libertad enfocándolas a la acción. Este afán parece haberse intensificado en sus últimos poemarios. En
A puerta cerrada (2017), apuntaba que el infierno social ha convertido al yo en un extraño al que conviene
vigilar. Pero la vigilancia se centraba en esa intimidad confundida por el
mundo que hemos creado. En el flamante
No puedes ser así, la mirada crítica
está enfocada hacia el exterior, hacia las injusticias que se han enredado
tanto en nuestra rutina que ya ni las vemos. Montero las reviste de historia o
de mitología para revitalizarlas, con el ambicioso afán que avanza en el subtítulo
(breve historia del mundo) y que aclara en el primer poema: «Este libro
se me pegó a los zapatos. / Cambia de tamaño y de lugar según la hora. / Yo lo
recibo sin vocación de triste, / sin voluntad de dar cuenta de mí, / solo de
mí, / aunque tampoco sobro en estos versos». Y con valentía Montero nos lleva
al alba del becario, al campo de refugiados, al vendedor que se le cuela en el
hotel en busca de unas monedas, a la girondina guillotinada: «razonable forma
de acercarse a la muerte, / propia de una cabeza / que se desprende de su corazón».
Para elevar estos versos morales, Montero introduce en el juego toda la
artillería de su oficio. Y sin embargo, este lector agradece los remansos en
medio de tanto y tan titánico esfuerzo, antes de los poemas circunstanciales
del final, cuando el referente vital sostiene el pulso, aunque sea por un
sueño, en el delicioso «Una visita». También cuando se revela el hastío de
tanto viaje y tanto hotel: «llego otra vez / a una ciudad extraña / que pesa
entre las manos como pesa / esa luna de agua bajo el puente».
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