Francisco Brines, El otoño de las rosas

 
Brines tras conocer el Cervantes, por Fernando Bustamante
FRANCISCO BRINES
El otoño de las rosas
Renacimiento, Sevilla, 1986

«El poema, si uno tiene la fuerza de acabarlo, / da siempre la respuesta».

He buscado un libro de Francisco Brines (Oliva, 1932) que concentrara mi homenaje por el premio Cervantes que por fin ha recibido esta semana. Rápidamente pensé en El otoño de las rosas, un poemario apasionado que rebosa amor, no siempre contemplativo: «me dabas sed y eras el agua toda, / y llegué a ti acaloradamente, / y fui un ciego furor, una jauría / de blancos dientes en tu carne joven». Pero además contiene todas las constantes del poeta de Elca, su prosodia lenta y sensual como el sol de la tarde acariciando los naranjos, su hacer del instante al mismo tiempo lo pasado, lo presente y lo que la noche acabará borrando, su descorrer la luz con las palabras. He pensado en El otoño de las rosas porque es el libro con el que ganó el Nacional de Literatura en 1986 y el libro con el que cambió su manera de escribir. Hasta entonces componía los poemas de un tirón y los abandonaba. A partir de entonces, quedaba descontento, los dejaba reposar, a veces mucho tiempo, y luego regresaba a analizarlos como un lector nuevo que además podía corregirlos. Desde su primer libro, Las brasas (1960), con veintiocho años, anticipaba ya todas las edades por las que iba a pasar en su casa de Elca, entre naranjos, incluido el anciano que escribió La última costa, su último poemario, el séptimo, editado en 1995. El poema que lo cierra se llama como el libro y culmina en estos versos: «Mi madre me miraba, muy fija desde el barco, / en el viaje aquel de todos a la niebla». Una especie de pesadilla, de pintura negra de Goya. Siete libros hermosos, pero también un generoso magisterio, un acogimiento a cualquiera que se acercase a verlo, un aceptar siempre la invitación a una lectura. Qué difícil elegir un libro. De pronto me rapta La última costa, porque Brines no dejó de crecer, aunque es un poeta sin fisuras, con poemas emblemáticos como Oscureciendo el bosque, del que oyó que un enfermo terminal pedía que se lo leyeran cada día y se consolaba con él: «Mirad con cuánto gozo os digo / que es hermoso vivir». 


2 comentarios:

  1. Genial! Es un placer leer tu reseña de un poeta tan grande. Besos

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  2. Creo que además de un premio merecidísimo, ha sido de los más celebrados de los últimos años, pues todos los apasionados lectores de poesía lo echábamos en falta. Me ha hecho recordar la conferencia que dio creo recordar que en el otoño de 2009 en el salón de actos de la CCM. ¡Cuánto disfrute!

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