Sandro Luna, Fuego de san Telmo

SANDRO LUNA
Fuego de san Telmo
Plaquette del número 9 de la revista 21versos
Banda Legendaria, Valencia, 2020

«Está vibrando el sol dentro de un pájaro / donde pueden mis ojos ser verdad». En cuatro años, la revista valenciana 21versos se ha abierto hueco en el abarrotado panorama de la literatura española. Nueve números lleva con el que ha visto la luz después del primer confinamiento, siempre con el compromiso de ofrecer nombres nuevos con poemas inéditos. Me ha sorprendido que aún quedaran firmas señeras de la poesía actual que no hubieran colaborado, y sin embargo el número 9 es un pleno de firmas y de poemas notables. Además 21versos rescata siempre el inédito de un autor fallecido, una sección habitual. En este caso, «Mis mayores», de Eugenio Montejo, que escribió que «el poema es una oración dicha a un Dios que solo existe mientras dura la oración». Otra de las constantes de 21versos es que viene acompañada de una plaquette inédita. Sandro Luna (L´Hospitalet de Llobregat, 1978) firma Fuego de San Telmo, que no necesita más que cuarenta páginas para colmar a un lector, demostrando una vez más que la poesía es intensidad, sorpresa, como ese «fuego» del título, y que demasiadas veces la acumulación malogra más que enseña. Los poemas de Sandro Luna son familiares y de engañosa sencillez. Hablan de la vida cotidiana, de las flores, del amor, de los pájaros que vuelan, del perro Dylan que sigue buscando a los que se fueron: «Si yo te digo:”¡El yayo!”, tú das vueltas / como si aún viviera / y escuchas la correa entre sus manos, / como si aún pudieras verlo». Los elementos se transfiguran sin esfuerzo en presencia de los seres sencillos, los animales y los niños sobre todo: «los niños cuando cogen / la arena, en vez de tierra / llevan aire en las manos». Pero también los ancianos recuperan la taumaturgia perdida: «Mi abuela tensa el hilo / zurciendo mi camisa / y lo llama remiendo sin saber / que lo que hace es música». Sandro Luna toma nota, y aprende también de los elementos mismos, porque la sabiduría es casi siempre pararse y observar: «Si el sol es un milagro / os lo debe a vosotras, / hojas verdes de hierba, sanadoras / del dolor más sencillo: el de estar vivos».

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