Basilio Sánchez: He heredado un nogal sobre la tumba de los dioses

BASILIO SÁNCHEZ
He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes
Visor, Madrid, 2019. 84 pág., 12
«Presiento con palabras / un mundo elemental, un universo / que, abismado en sí mismo, sigue intacto. / La honradez de un paisaje / que, a espaldas de nosotros, excluido / de nuestras percepciones y de nuestros afectos / desborda plenitud».
El extremeño Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) ha desnudado el mundo de todas las contaminaciones y nos lo sirve limpio y primigenio en un libro desbordado de imágenes puras detrás de un título muy largo: He heredado un nogal sobre la tumba de los dioses. Un título que termina siendo verdad tanto para el autor como para el lector que se sumerge a fondo en sus versos: «Hay que estar muy adentro / en la circunferencia de la noche / para encontrar las cosas que nos salvan la vida. / Ninguno de nosotros / está aún preparado para lo incomprensible». El firmamento nocturno, el horizonte, la naturaleza desbordante se abren y nos ofrecen una sabiduría anterior al pensamiento, es decir anterior al hombre, que pasea en los versos de Sánchez como si estuviera estrenando la creación: «Dichoso el que, sentado / bajo los grandes árboles / que iluminan de verde las mañanas del mundo, / no renuncia al regalo de lo inmenso». Pero el poeta está presente como tal. En muchas ocasiones nos recuerda y se recuerda a sí mismo que está escribiendo, creando lo que leemos: «Mi mesa de madera es del tamaño de un nido». Y varias veces define su cometido: «El poeta no es otro / que el que entra de noche en una habitación / y permanece inmóvil / frente a una oscuridad / a la que poco a poco consigue acostumbrarse». Se mantiene «ocupado en secreto en este oficio de acarrear imágenes / para un templo sin culto». Cuando aparecen símbolos humanos, son vagas reminiscencias bíblicas o de las mil y una noches, borrosas ruinas de casas desfiguradas por las ortigas. Porque «nosotros no venimos de los profetas, / nosotros descendemos / de un pastor de rebaños / al que no permitieron, en mitad de la noche / entrar en la ciudad». Al fin y al cabo, «no hay nada más hermoso / que dejarse convencer por la noche / de que todo es eterno».

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