Francisco Caro: Aquí

FRANCISCO CARO
Aquí
Mahalta, Ciudad Real, 2024

«Aquel ayer / que me niega su olvido
».

Dice Francisco Caro (1947) que escribió muchos poemas de este libro con el afán de que sus paisanos de Piedrabuena los leyeran y lo quisieran más. Quería ser inteligible. Porque la poesía arrastra esa mala fama, disuasoria, de que cuesta leerla. El libro Aquí es el fruto de ese afán. Caro insiste con una segunda edición, cuatro años más tarde de que la pandemia diluyera el primer intento. Poeta con oficio, sabe que solo con recuerdos, por muy vívidos que sean, no se construye un poema. Por eso, ante la duda, ha buscado modelos que funcionaron en otros, como Antonio Machado o César Vallejo. Aun así, los poemas que mejor funcionan son aquellos en los que separa un poco la mirada y ve los cernícalos primilla anidando en la iglesia o recuerda aquellas cartas enigmáticas que un pretendiente le envió a su madre y que un día aparecieron en el desván. Juega de nuevo, niño, en la memoria: «no era un juego infantil, ya era la vida». Son poemas de la primera parte del libro, «Días y tierra», donde las evocaciones tienen con más frecuencia nombres y oficios concretos. En la segunda parte, «Patio y en ocasiones agosto», Caro se ajusta el gorro de jardinero y sale a regar y a hablar con las plantas («¿es señal de cordura estar así…?») y saca «el agua del pozo, del misterio / donde ahondaron mis tíos» y comprende que «en el patio de agosto / tú y yo somos el tiempo» y describe «el polvo virgen de las secas / llanuras interiores», un polvo «que ignora / el verde desespero / de los árboles, este / polvo no sabe, no responde, / no desea caminos / que den al mar, solo pregunta / por los vivos y vuelve, / por los muertos y vuelve». Cierra el libro que está leyendo y encierra el sol en las páginas mientras intenta aprehender la hora del crepúsculo «de una tarde que tiene / algo de piedad, de luz confusa, / pero es así como hablan nuestros dioses». En la tercera y última parte, «Respiraciones», más abierta aún al paisaje y al tiempo, Francisco Caro comprende y nos transmite que el saber de poeta, como los oficios de sus mayores, es un saber prestado.

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