Sharon Olds: Óvulos en la mano

SHARON OLDS
Óvulos en la mano. Antología comentada
Traductor Óscar Curieses
Ya Lo Dijo Casimiro Parker, Madrid, 2023

«Creo que no va a volver. Algo / ha muerto en mi interior al creerlo / como la muerte de una anciana en una cama, pegada / a otra cama idéntica, en la que nace un bebé. Ten fe, / viejo corazón. Qué es vivir, de todos modos, sino vivir» Sharon Olds (San Francisco, 1942) publicó su primer libro (Satán, dice) con 37 años, una edad que se considera tardía para el debut de un poeta. Una sandez como otras muchas que incorporamos como certezas. Lo raro de verdad es que un poeta tenga voz propia antes de esa edad. Ha publicado ocho poemarios, que también podrían parecernos pocos. No le ha hecho falta más para estar entre las mejores poetas de su generación. En español aterrizó en el nuevo siglo. Son ya un puñado los libros que podemos leer vertidos a nuestra lengua. Joan Margarit era un gran admirador suyo y le tradujo El salto del ciervo. Pero quizá su traductor más insistente sea Óscar Curieses, que ya publicó Célula de oro (2017) y ahora vuelve con una antología comentada que ha ido consultando con la autora y que ha titulado Óvulos en la mano. El sexo es uno de los temas favoritos de Olds para quien «el momento en que la / jugosa esfera azulada del bebé se / desliza entre los dos mundos, / húmedo, como el sexo, es sexo». Uno de sus poemas más controvertidos es «El pene del Papa». Usa así mismo comparaciones del tipo: «y lo que aún recuerdo es tu / cuchara en movimiento como la polla en el / cuerpo de una chica despertándose a las potencias del placer». Pero estos ejemplos son engañosos porque de lo que más habla Olds es de su amor-odio con su padre, de la reconciliación con su madre, del relevo generacional con su hija, de todo lo que le impacta en la calle. Escribe sobre la realidad cotidiana. «No tengo imaginación, tengo imaginacción» le dice a Curieses en una breve entrevista. El libro también contiene la carta con la que declinó una invitación de la primera dama Laura Bush. Además, nos enteramos de que, sin proponérselo ni poderlo evitar, Olds canta en sus poemas como los himnos de iglesia calvinista con los que creció, con ritmo acentual, nunca silábico.


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