Jon Juaristi: Derrotero

JON JUARISTI
Derrotero
Renacimiento, Sevilla, 2023

«Los echaré de menos / a los tres, / como a mi juventud, / como a Bilbao. // Como a la vida ya irrecuperable»

Ha pasado un cuarto de siglo desde que Jon Juaristi (Bilbao, 1951) recapituló por segunda vez su poesía. Ahora lo vuelve a hacer. Ha llamado a su poesía reunida Derrotero, en el doble sentido de “camino, rumbo” y de “derrota”, según aclara en el prólogo Rodrigo Olay, el recopilador. A los cinco libros que figuraban entonces se añaden los tres que han ido apareciendo en lo que va de siglo. A modo de marco, incluye 2 poemas de juventud y otros 35 inéditos. Juaristi, que introduce algunos de sus libros con prólogos a la manera de Borges, ya dejó escrito en el último compendio que considera la poesía “un entretenimiento”. Así, a lo largo de su dilatada trayectoria, reunida en 361 páginas, hay mucho de juego y de ejercicio, de reírse de sí mismo y de lanzar finos mandobles a quienes le han hecho difícil la vida por ser vasco. Cuando se pone serio, es leal a sus orígenes y sus maestros. Su «Gabriel Aresti, 1981» resulta paradigmático: «Me legaste el destino del lobo solitario, / la desazón extrema, la amargura sin tasa / y la acerva certeza de no ser necesario. // Que en el yermo en cenizas no me falte tu brasa, / que me acosen los perros por guardar tu expolario, / que me encuentre la muerte defendiendo tu casa». Exceptuando breves destellos románticos de su primera etapa («tan oscuros e inciertos / el mar de piedra pómez / y tus cabellos húmedos»), Juaristi ha esculpido su poesía con aristas de rima y de ironía («tanto esfuerzo pusiste en que no te confundieran con un poeta vasco y acabas convertido en un sonetista bilbaíno». Poemas como «Cambra de la tardor», «No es como lo pensé» o «Noche de ánimas» están, con otro buen puñado, con la mejor poesía de su generación. En los últimos inéditos, acentúa su tendencia a la nostalgia y los retratos de personajes a veces baudelerianos, a menudo amigos que se llevó la muerte: «Con ellos, vivo al borde de un turbio apeadero, / esperando que pase mi vagón de ganado / y perdido, ya sabes, el que me corresponda // en el interminable mercancías».

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