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JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO Esperas y esperanzas Pre-Textos, Valencia, 2022 |
«Cántaro roto, agua
derramada / que ya no puede recogerse: / tal la vida humana, / siglo tras
siglo, desgarro tras desgarro, / súplica tras súplica, y éstas / inútiles,
vacías».
Pocos días antes del 9 de marzo de 2020, la fecha de su muerte, José
Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1939) entregó esta colección de poemas:
Esperas
y esperanzas. Cabría hablar de desesperanzas, si no fuera porque Jiménez
Lozano supo quitarles hierro. Autor admirado y muy premiado en los años 80,
cuando ya superaba la cincuentena, vivió sin embargo en una especie de
autoexilio, eludiendo los focos y cenáculos, lo que no le privó de recibir el
Premio Cervantes de 2002. En esta colección final se aferra a la intemporalidad
de los clásicos, a quienes presta su mirada presente:
«Mira la luna de noviembre, / que asciende lentamente, / en
el anochecer, y oye / el ladrido de los perros, como Ovidio». No solo los clásicos,
también sus muertos queridos siguen vivos, acompañándole. Por ejemplo, sus
padres cuando los visita en su tumba: «¡Sostenedme un poco todavía! / Como
entonces. Gracias». Y corrige el epitafio de un estoico, para aconsejarse: «Mas
tú no hagas caso del hipócrita / que escribió esta lauda. / Porque, / ¡cuánto
amor a la vida y desespero / empapa esa leyenda! / ¡Corre tú a seguir
viviendo!». Hay mucha celebración en estos poemas de lo que se ofrece a los
sentidos como un «tenderete matutino»: «Mira atentamente / las joyas que la
mañana te presenta, / y guarda alguna en tu memoria, porque / no volverás a
verlas. / Nunca». El tono general es cultivado, con carga meditativa, en
absoluto coloquial, aunque se despereza en el humor y la ironía. Critica con sorna
la burocracia, que está socavando la tradición. Dice que incluso los clásicos
«están ya amortizados / y hasta puestos correctamente en fila, / en residencias
especializadas / para curiosidades de la Edad Antigua». Antes, en el prólogo, nos
ha advertido de que la mitad de los poemas tienen un tono informal. Pero no
creo que el tono varíe mucho, en todo caso en la segunda parte se centra más en
la crítica, sin menoscabo del conjunto.
(Langa, Ávila, 1930)
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