Frutos Soriano: Un hombre alegre / Niño de mamá

FRUTOS SORIANO
Un hombre alegre / Niño de mamá
Uno Editorial, Albacete, 2022

«Mirar / la fealdad del mundo. / Comprender que también / nace de ti».

Decía Joan Margarit que el poema debe moverse en el borde del abismo, a punto de caerse, corriendo riesgo de caerse, cayéndose de hecho a veces sin remedio. Decía que, de lo contrario, le falta tensión y no emociona. El abismo al que alude Margarit es la emoción descontrolada, el patetismo. Frutos Soriano (Albacete, 1960) sitúa siempre su poesía en ese filo porque es un poeta con instinto torero. Por eso afronta retos solo comparables a aquel legendario libro, Joana, que el propio Margarit escribió en caliente tras la muerte de su hija. Ahora Soriano ha escrito un libro que son dos, acoplados en posición invertida, de tal manera que por donde lo abras empieza uno de ellos: por una cara Un hombre alegre, por la otra Niño de mamá. El hombre alegre es el padre del poeta al que rinde un homenaje que funciona también como duelo por su muerte. Se mueve, ya lo he dicho, entre el detalle circunstancial, rayano en lo privado, y el giro universal de un poeta dotado, sensible y minucioso. Se mueve entre hacernos sentir alipori y calarnos hasta el tuétano en poemas como «Tras la operación, ya en casa» o «Protección». Nos explica en este último que hizo todo tipo de rogativas y ceremonias, algunas absurdas, pidiendo protección para su padre; al final, concluye: «te protegieron. // De otra manera no se explican / esas expediciones por tu cuenta / al lavabo, de madrugada, / cuando ya no podías apenas caminar / y que siempre volvieses sano y salvo». Ese giro humorístico no solo salva, sino que eleva ciertas piezas: «por el pasillo / de urgencias con mi padre / nos adelantan todos». Si en este libro Soriano hace exorcismo de las culpas que siempre quedan adheridas («en el bar fue donde mejor / nos entendimos»), Niño de mamá es una prospección de la identidad desde las raíces, desde la paliza que le propinó un niño hace cincuenta años en un lance que «ha sobrevivido hasta hoy / para ser exorcizado / en este poema». En «De repente», Soriano consigue columbrar la vida ausente, lo que el hombre creyó ver. 

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