PUREZA CANELO Palabra naturaleza Fundación Ortega Muñoz, Badajoz, 2020 |
«Inmensidad de la noche. Hay quienes no distinguen noches oscuras y claras, variantes geniales de la hondura misma». La extremeña Pureza Canelo (Moraleja, Cáceres, 1946) ha espigado en sus libros un puñado de poemas, con la naturaleza como centro, para la colección que la Fundación Ortega Muñoz está dedicando al tema. El recorrido muestra con nitidez cómo han ido cambiando las relaciones de la autora con la madre tierra desde los poemas primeros en los que todo es asombro y descubrimiento («reñía y saltaba / como los peces / y tenía un rincón para escribirme a solas / de niña a niña»), hasta los poemas de los últimos libros en los que la búsqueda desemboca en contemplación («en la retirada me muevo ya como pez que conoce los secretos de las algas para el ocultamiento y segura desaparición»). En el camino, hay un rico diálogo que unas veces identifica las emociones con elementos naturales («ese lugar soy del mundo, / el instante que flota en la jaula hinchada»), en otras ocasiones entiende que la distancia es naturaleza interpuesta («toda esta temperatura de la ausencia»), naturaleza que poco a poco va haciéndose más desnuda y vacía, más aislante: («no me oye. / Un río viene / de una boca en la altura / pasa cerca de la casa / donde escribo y vivo. / No le hago falta»). Una naturaleza que despoja: «marzo / viene provocador / a la ciudad / que no me pertenece». Quizá en el periodo más largo, más estable de este diálogo con la naturaleza, Pureza Canelo relaciona el entorno con la soledad: «Nadie está. Es siempre alba», o «luz, abandóname». Pero también este momento de la escritura termina superado por una nueva etapa. Poco a poco, con ese mismo discurrir de los ríos y la vida, sale otra vez la luz, que ahora es otoñal («no conozco otoño sin memoria»), («con qué talento cae la lluvia, esa forma descendente de ser, el color impredecible del telón»). Es el momento de la aceptación, que empieza por los ojos: «de este buscar has llegado a la contemplación, contemplación finalísima». Una aceptación que culmina en la piel, en una entrega que es mística hasta en el estilo: «Aire Tuyo y mío. / Es destino. Aire de amor, / entre el Aire».
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