Vicente Gallego, Un gramo menos

«Le quita un gramo / al peso de este mundo / la mariposa». En cada libro sucesivo, Vicente Gallego (Valencia, 1963) ha ido descargando sus poemas del peso de la retórica. Los ha ido destilando hasta que eran solo canto, solo silencio y unas pocas palabras. Tenían que desembocar en el haiku, y lo han terminado haciendo en este libro, ligero como una mariposa, con el que se estrena, de paso, la editorial catalana Milenio. Bienvenida. Ha desembocado Vicente en el haiku sin dejar de ser Vicente, que ya es difícil, pues sabemos que esta estrofa de origen japonés, cuando es pura, se aferra a su germen budista y requiere la disolución del poeta en lo que observa. Nosotros reconocemos a Gallego sin perder de vista esa mariposa que aligera el mundo o la elegancia de las urracas o elementos arquitectónicos que son ya naturaleza: «Puente de piedra, / muerde el tiempo tu ser, / no tu misterio». Reconocemos al poeta, que hemos leído tanto, cuando mira en la trastienda del bullicio y rescata las camisas tendidas que el viento saquea, la paloma que anda perdida entre la gente, las farolas del extrarradio, las televisiones ajenas a la luna, los «balcones viejos / con no sé qué alegría / de unas hortensias». El haiku exige humanidad, y a Gallego le duele la mano tendida de la pordiosera a la que no han dado monedas, o la anciana a la que cuentan las vueltas en la palma, o los viejos que juegan con temblor a los naipes. Son detalles que captura un poeta que anda atento a los desapercibidos y a las tareas nimias, como tirar del cable del tendedero y encontrar la aurora, o regar las plantas, o lamer el dedo herido por las zarzas. Es importante sentir cada instante, apurar los plazos: «Deja que reine / -no prendas aún la luz- / la noche en casa». Gallego rescata el tiempo envuelto en sensaciones casi insignificantes, como el olor de las castañas o el silbo del afilador; sabe que «ese columpio, / vacío y oxidado, / fue nuestro trono». Hay que entrenar la mirada, pero también, y sobre todo, saber decirlo en tres versos: «¿Qué edad tenemos / antes de recordar / qué edad tenemos?».


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