Vicente Gallego, A pájaros y migas

VICENTE GALLEGO
A pájaros y migas
Visor, Madrid, 2019, 178 pág. 20€
«Cantar con casi nada / no saber / de qué modo / en qué punto / un silencio se hará / de la palabra».
El valenciano Vicente Gallego (1963) empezó siendo un poeta de la experiencia, pero pronto renegó de ese marchamo y rompió a cantar. Sucedió en su primer libro del siglo XXI, Santa deriva (2002). Y desde entonces, con alguna incursión mística, de oración pagana un poco más discursiva, su canto se ha ido adelgazando y esencializando. Las resonancias clásicas son cada vez menos barrocas, aunque la música sigue importando tanto como el contenido, que siempre es elemental y celebratorio. De hecho, su libro más reciente lo llamó Ser el canto (2016), un indicio de hasta qué punto se siente traspasado por la música y dispuesto a encarnarla. Y sin embargo ahora, cuando ya parecía improbable llegar más lejos, nos sorprende con una nueva profundización. En A pájaros y migas, Gallego celebra todo lo que se le pone por delante, sin miedo de ser circunstancial. A estas alturas ha demostrado de sobra estar a lo suyo con plena convicción. Muchos de los poemas están dedicados a amigos, da la sensación de que por experiencias compartidas a las que aluden, escritos siempre en versos de arte menor y con la pasión tan encendida que a veces parece que tras ellos hay un niño que balbucea la alegría porque no le llegan las palabras a decirla toda: «No habremos sido nadie / pero un hilo / de voz allí en lo cierto / agradecía». Las palabras del poeta valenciano hurgan en los recovecos de la realidad en busca de lo innombrable, llámese silencio o misterio. A veces se fija en lo sutil: «Si no se pide más / si se ha quedado / temblando tras el vuelo / del pájaro en la rama». A veces, capta la magia, que solo es ingenuidad: «el niño echa el alpiste / y no se explica / cómo es que se le vuelven / palomas esos granos». La palabra hecha canto es en Gallego la esencia que disuelve las distancias y las formas y nos funde con el universo: «Ya nada nos separa / la tormenta hizo añicos / el cristal del espacio / estamos dentro / de toda cercanía / somos la nitidez / del cielo que clarea».

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