Álvaro Valverde, El cuarto del siroco

ÁLVARO VALVERDE
El cuarto del siroco
Tusquets, Barcelona, 2018. 175 pág., 15€
«Tal vez por eso escribo / acerca de lugares. / Sitios donde la muerte / simplemente es más lenta».
Álvaro Valverde (Plasencia, 1959) acostumbra caminar todos los días en la naturaleza y, sin embargo, la mayoría de los poemas de este libro reciente han venido a buscarlo en interiores, o exteriores urbanos que, de algún modo, son escenografías de su mundo: «Mi vida es interior. / Vivo hacia adentro…» Muy representativo es el poema que da nombre al libro, El cuarto del siroco, que como muchos otros nace de una anécdota leída y por tanto vivida: «Cuenta Leonardo Sciascia / que en las casas patricias / de la vieja Sicilia / había, desde el siglo XVIII, / un cuarto del siroco. / En él se refugiaban de ese viento / los días que soplaba con más fuerza». La poesía es la metáfora de ese cuarto, el refugio en el que cobijarse cuando los embates de la vida, incluso antes de manifestarse, producen jaquecas. La poesía entendida en su máxima sencillez, «la poesía / que hoy sólo se me antoja / tan sencilla / como el gesto de alguien / que da un vaso de agua / a quien padece sed». Aunque hay poemas inspirados en viajes, casi siempre al mundo clásico, o en lecturas, Valverde es consciente de que su escritura está arraigada a la tierra en la que ha decidido quedarse y con la que se identifica: «No haces tuya la queja / de los que quieren irse / pero que aplazan siempre / la ocasión de su huida. / Permaneces aquí por propia voluntad: / es este tu lugar. / Tú eres de él». Allí, en el pueblo de su vida, afronta el paso del tiempo buscando, como Vinyoli, «realidades, no humo». También con cierta preocupación por no repetirse, porque, aunque este sea su poemario menos unitario, teme vivir encerrado en cuatro temas, que al final se reducen a los poemas más rotundos; teme que «la vida», «la luz», sean «lo de siempre». Hasta que la voz de un mirlo lo devuelve a su certeza: «Cesan las dudas y al momento piensas / que la felicidad, palabra vacua, / solo es posible ante estos simples hechos: / los mismos que han dejado desde siempre / desarmado y perplejo a cualquier hombre».

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