LORENZO OLIVÁN Para una teoría de las distancias Tusquets, Barcelona, 2018. 128 pág., 13€ |
«Y todo cabe en ti / que en ti no cabes». Lorenzo Oliván
(Castro Urdiales, 1968) ha convertido el mirar en el centro de su poesía. Visiones y revisiones, Único Norte, Puntos de fuga o Nocturno casi son títulos de poemarios
suyos anteriores, elocuentes todos.
Oliván se vale de la poesía para meditar
sobre lo que subyace tras lo que ven los ojos: «Cuando miro la luz, / intuyo en
ella una actitud pensante / que, recogida en su silencio, / crea». Esa
prospección requiere un esfuerzo de autoconocimiento y de precisión que no hace
concesiones al lector. «Y todo cabe en ti / que en ti no cabes», decían los versos
que abren esta reseña. El mirar cambia lo que vemos mientras nos cambia por
dentro: «pueden mis ojos convertirse en islas. // Puedo mirar desde un
creciente encierro / el más secreto arte de la fuga». No es extraño que la oscuridad
aumente así las posibilidades significativas del observador: «La noche llena el
cielo de universo. / Le da fondo, / trasfondo. / Le da incluso memoria. /
Porque la noche, de algún modo, es un recuerdo vivo / de las noches que fueron,
/ y está en ella, / actuando en la sombra, / la más pura ebriedad de la
nostalgia». Sin embargo hay momentos tan oscuros que el espacio vacío se llena
con sonidos: «¿Quién pudiera / vaciarse por dentro / y que hable el mar?». En
esa clave funciona el poema «Canto rodado», homenaje explícito a Leonard Cohen:
«La gravedad se vence con lo grave: / bálsamo de una voz / que avanza en mí /
como arrastrando piedras / de un río / que da al mar de la quietud». Hay otros
homenajes, a Wislawa Szymborska y Edward Hopper. Y encontramos en «Este árbol
que no es un árbol» una suerte de poética o de desvelamiento del proceso que
sigue el poeta en su creación, guiado una vez más por la observación de la
naturaleza, un árbol en este caso: «El poema puede irse por las ramas. / Por
eso hay que podarlo, / multiplicar caminos en su origen, / para que tome
fuerza. // Los brotes que no están también dan fruto». «La belleza humaniza todo
lo que destroza» repite Oliván que en cada poema tensa de nuevo «el arco del
mirar».
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