BORIS A. NOVAK El jardinero del silencio y otros poemas Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2018. 234 pág., 20€ Selección, prólogo, Laura Retovs, traducción Laura Retovs y Sánchez Robayna |
«Contra la lejanía que nos cubre / sin cesar, poseemos
las palabras / frágiles, destructoras de fronteras».
Vivimos en la
globalización como si el mundo estuviera totalmente doblado al castellano, como
las películas de Hollywood, o al menos en inglés, la lengua del imperio. Pocas
veces caemos en la cuenta de que se hablan casi siete mil lenguas distintas en
el planeta, algunas de ellas mucho más cerca de lo que parece. Gracias a Laura
Repovs y Andrés Sánchez Robayna, accedemos ahora a un poeta esloveno
contemporáneo, Boris A. Novak (Belgrado, 1953). Solo dos millones de personas
hablan su idioma, los que tendrían acceso de primera mano a su poesía. La
propia Repovs contextualiza en el prólogo la tradición en la que bebe Novak, un
hilo que capitanean tres poetas, Preseren, Kosovel y Saramun. Pero lo que a
nosotros nos importa, al final, es si nos emociona la poesía del esloveno Novak
en cualquiera de los idiomas que comprendemos. La respuesta es que sí, al menos
a este lector, y sobre todo en una parte del conjunto, la que corresponde a los
libros Alba y Eco. Las lenguas pueden diferir mucho, pero los olores son
universales, al menos en esta parte de Europa, y el autor de El jardinero y el silencio prende su
nostalgia del sentido del olfato y nos la hace compartir: «la memoria: un olor
que viene del pasado / sabor de antiguas fresas, color mancha de fruta». Hay
una «Maleta mágica» de olores que se abre como un arcón de vida, «El alma es un
aroma» y entre los «Regalos para el viaje» que acompañarán a la madre
fallecida, como acompañaban a los antiguos egipcios en sus sarcófagos, hay una
carga también de primorosa fragancia. He citado tres de los poemas más intensos
del libro. Hay más olor («El olor que te cubre, y es como un vestido / que no
puedo quitarte nunca»), pero también fronteras, peripecias de este poeta que
nació accidentalmente en Belgrado, cuando los Balcanes tenían una configuración
política muy diferente: «Atravesaste a solas / numerosas fronteras hasta un
país extraño, / la patria de mis brazos.// (…) No borras, hoy lo sabes, la
frontera al pisarla».
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