Sandra Sánchez, Una manzana en la nevera

SANDRA SÁNCHEZ
Una manzana en la nevera
Piediciones, Guadalajara, 2017


«Las metas siempre tienden a infinito. // En la orilla del mar, / la perpetua cadencia de las olas / no se dará jamás por satisfecha».
Si nos guiamos por la solapa, Una manzana en la nevera es el primer poemario exento que publica, ella sola, firmado con su nombre, Sandra Sánchez (Oviedo, 1971). Antes con poemas sueltos ha sido finalista en varios certámenes, ha ganado concursos de microrrelatos y ha publicado en antologías compartidas. No es raro por tanto que haya puesto en este libro, de sugerente título, toda su munición. Es, como no podría ser de otra manera, un volumen muy desigual, en el que aparecen ecos de poetas con los que se ha ido formando su voz propia: suena Bécquer y suena Cernuda y hasta me parece que se oye por ahí Iribarren, o un epígono de Iribarren, e incluso suenan parapoetas de la generación Internet. Le falta camino por andar a Sánchez, tiene que afinar la métrica para que sus versos fluyan y sobre todo deslindar en su creación lo que es suyo de lo que es prestado o sirve para copla de una carpeta de instituto pero no para quedarse en la memoria de lectores avezados. Y no obstante, no hubiera dicho todo lo anterior, no hubiera dicho nada, ¿para qué?, si no me pareciese que en este libro hay ya poemas hechos, poemas que resuenan y se quedan. Están diseminados en el libro. Está el prospector «Cuánto», en el que va a buscarse a sí misma más allá de la memoria, a la génetica del mundo: «Cuánto ha de quedar aún en mí / del tiempo que no vuelve, / cuántos de los pretéritos segundos / se me han de incrustar aún en cada poro / como ácaros». Está «¿A qué hueles?», un poema de amor lleno de hondura cotidiana. El citado al principio en un fragmento, «La perpetua cadencia», apasionado, cernudiano, pero ya en la voz de la poeta. El estremecedor «Bajo la lluvia», pleno de compasiva tibieza. En fin, hay otros ingenios conseguidos («Antro-pofagia», «Resaca», «Tus tequieros»), mezclados con aforismos («le es más fácil ahogarse en medio vaso / a quien lo ve medio vacío») y algún haiku moderno («En la estación / los sueños del mendigo / pasan de largo»).

1 comentario:

  1. Había compartido en su momento tu reseña en FB pero no había dejado constancia aquí de mi agradecimiento por tu reseña, Arturo. Enmiendo ahora el olvido. Gracias de corazón.
    Un abrazo,
    Sandra.

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