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ANDRÉS TRAPIELLO Y Pre-Textos, Valencia, 2018 |
«Estos versos que escribo se parecen / a otros que se
escribieron / desde el origen mismo de los tiempos, / como vuelan los pájaros y
cantan / para nadie y su estirpe».
Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, 1953) persigue
fijar, en el tiempo, el tiempo que corre sin control: «lo que sigue a esta vida
es el deshielo». Como conglomerante usa la naturaleza en todas sus formas,
pájaros, árboles, caminos. Tiene muy entrenada la capacidad de observar, no en
vano va por el séptimo libro de memorias. Y el observatorio desde el que ha ido
construyendo preferentemente este poemario es una casa en la sierra de Gredos que
se asoma a la reunión de dos caminos, un paraje cuyo dibujo recuerda la «Y» con
que ha rotulado el libro. Lo explica en una nota que es la llave maestra del
conjunto. Acostumbrado a construir arquitecturas verbales, cada uno de los
poemas es un camino que recorremos por una fronda de palabras que nos lleva de
la mano hasta el suspiro final, «que la poesía a veces / es dar nombre a las
cosas, o quitárselo». Pero el tono en el que caminamos entre las piezas es tan
importante como el de cada una de ellas. Hay una particular manera de apelar al
lector, de usar el humor para abrochar la intimidad. Y si cada poeta se especializa
más en un sentido, en Trapiello predomina el oído. Es capaz de sacarle silencio
a un abejorro: «un arroyo que corre / con notas a la vez claras y oscuras, /
firmes y susurradas, lo más cerca / que ha llegado un sonido / sin romperlo al silencio».
Y es capaz de dotar de intriga a unas campanadas, las del poema «Esta misma
mañana», uno de los más memorables en un libro que no anda manco de ellos. Por
supuesto cantan ruiseñores, oropéndolas, el coro de los pájaros y con ellos,
una vez más, el silencio: «Cantan los tres en uno. ¿no oyes nada? / Has de
tener paciencia. Ese silencio / también es del cuco». En el último tramo de «Y»,
hay varios poemas que miran hacia el final de la vida con una elegancia estoica:
«El otro, el mismo», «Ya no cuento mis años», «Junto a la puerta». Al fin y al
cabo, «Nadie muere / a poco que viviendo haya cantado».
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