LUIS GARCÍA MONTERO A puerta cerrada Visor, Madrid, 2017. 113 pág., 18 € |
Luis García Montero (Granada, 1958) se ha encerrado en los
versos para salvar del infierno su yo y sus circunstancias.
Jean Paul Sartre escribió que «el
infierno son los otros» y Montero entiende que hemos interiorizado la sociedad,
de tal manera que «el infierno está en nosotros». Por eso le ha puesto a su
libro el mismo título que Sartre le puso a su drama: A puerta cerrada (en francés Huis
clos). Y ha cuidado con esmero esta colección de sesenta y tres poemas.
Están salpicados de metáforas audaces y de endecasílabos felices, una de sus
especialidades. El infierno social ha convertido al yo en un extraño al que
conviene vigilar: «Hay ruidos en la noche. / No son hojas perdidas, / lamentos
de ascensor / o lluvia mal cerrada.// Son mis pasos». Para referirse a esa otra
identidad secuestrada por la sociedad, el otro yo descontrolado, Montero utiliza en varias
ocasiones el símbolo del lobo: «Fuera de mí, / dentro de mí, / el lobo es un
camino de ida y vuelta». Entre tanto, intenta preservar la inocencia incorrupta
de la infancia, que sigue intacta en nosotros: «Todo está en ti. Y todo
permanece / mientras rueda en el cielo / la luna primitiva». Alrededor, la
hostilidad del mundo civilizado adopta muchas formas. A menudo, es la ciudad, como
un organismo vivo: «En los amaneceres de la ciudad se pierden / las luces que
despiertan en mi cama». Otras veces es el tiempo que corre en los relojes como
una mordedura: «Ha llegado el reloj para pedir mi aullido». Por supuesto, los
aeropuertos, esos territorios en la tierra de nadie de la espera, que describe
el poema «El avión que no existe». El infierno también está en la circulación
rodada («hay demasiado tráfico para pensar en mí») y en los teléfonos («uno
empieza a morir en los teléfonos»). Todos estos elementos encarnan, en A puerta cerrada, la civilización que
nos roba la sensibilidad: «Cuando llegues a mí / no estará el corazón. / Estaré
yo para pensarlo todo». Se le agradece a un poeta de la talla de Luis García
Montero el pundonor de reinventarse de nuevo cuando ya lo ha conseguido todo: «Yo
rompo lo que soy / para poder estar conmigo mismo».
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