IZET SARAJLIC Después de mil balas Prólogo de Erri De Luca Traducción de Fernando Valverde y Branislava Vinaver Seix Barral, Barcelona, 2017. 174 pág., 15€ |
«Excepto la muerte / ya me ha sucedido todo», escribió Izet
Sarajlic (Bosnia, 1930), antes de que le sucediera también la muerte en
Sarajevo (2002).
Vivió dos guerras, la muerte de su hermano, y sobrevivió,
aunque no indemne, claro. Nadie sale sin heridas de una guerra, de las muertes
tan cercanas. Pero él supo darle la vuelta a los reveses y convertirlos en
poema: «sobreviviremos a nosotros mismos no sólo en los túmulos de nuestras
tumbas, / porque sabíamos, sabíamos, tiernos y soberbios, / huyendo de dagas y
granadas, matar a los ángeles que habitan en nosotros / y, sin embargo, seguir
siendo ángeles». Hay muchos versos sabios en esta selección de sus poemas,
versos hermosos, pero sobre todo hay muchos poemas que emergen desde la
Sarajevo que ya no quiso abandonar («en ella, la lluvia cuando cae, no es solo
lluvia»). Poemas que son universales porque nos contienen a los que estuvimos
lejos de esas guerras, lejos de su tiempo, lejos de conocerlo. Su amigo
italiano, Erri de Luca, y su hija Tamara lo retratan en el prólogo y el
epílogo, y es curioso observar cómo coinciden en ciertos detalles secundarios.
Seix Barral nos ofrece esta colección, Después
de mil balas, traducida del serbocroata por Fernando Valverde y Branislava
Vinaver. Es una continuación, o una ampliación de la que ofreció Valparaíso
hace cuatro años. No nos indica quién ha hecho la selección, con qué criterios.
Sin embargo al final no importa. Sarajlic es uno de esos poetas que escribió su
biografía en los poemas, con las cartas abiertas sobre la mesa. Pudo haberse
sometido a los cánones («¿Y si adopto el cliché general / de escribir sobre
nada, con rutina, sin pasión?»), pero tampoco creo que pudiera elegir. La
poesía casi siempre elige por sí misma: «el efecto más grande en la poesía se
consigue cuando / el poeta logra sorprender al lector con algo conocido». A
Sarajlic le podemos perdonar hasta que escribiera «Versos en honor del rey Juan
Carlos I». Donde hay tanta vida, tiene que haber de todo. «No herir con mi
partida / a los que amo y a los que me aman / es lo único / que me mantiene
vivo».
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