Entretiempo, de Juan Lamillar

foto Paco Fuentes
JUAN LAMILLAR
Entretiempo
(Antología poética, 1982-2009)
Prólogo de J.L. García Martín
Ed. Renacimiento, Sevilla, 2016

Vivimos sometidos al vaivén de las noticias. Hasta una mansa nevada nos supone un sobresalto. Y no obstante, hay palabras capaces de hacernos regresar a la quietud primordial. Cualquier poema bueno es un billete. Pero hay poetas con un don característico para lograr que las palabras acaricien. Juan Lamillar (Sevilla, 1957) ha regresado con una antología de las rayadas de Renacimiento.
Sin alharacas. Hasta García Martín, el prologuista, lo define como «un caballero de otro tiempo: elegante, correcto, sin ninguna espontaneidad». Y puede interpretarse esta última observación como que se trata de un poeta soso. A mí no me lo parece. Comparto sin embargo la importancia en la trayectoria del sevillano de poemas como «La despedida del fantasma», lleno de irónica ternura: «Amé vuestras costumbres, que siempre interrumpía. / Gocé las desnudeces que a veces me obsequiabais…». O el titulado «Objetos cotidianos»: «Solo existen objetos cotidianos…». Echo a faltar el titulado «Unos gestos», al que García Martín alude y que quizá haya sido retirado en una revisión final. Pero aparte de los poemas culturalistas, en los que el autor se mete en la piel de un personaje histórico, como Rossini, Shostakovich o Jacques Stroumsa, o directamente en una pintura, por ejemplo un bodegón, me gusta mucho el modo en que revive Lamillar la historia más remota y nos la acerca en unas tibias pinceladas. Poemas como «Casa con dolmen», donde habla de pequeños hallazgos: «que las puntas de flecha aquí encontradas / son olvidos de ayer, como detalles…» y donde traza un verso shakespeariano inolvidable: «somos un sueño sobre un sueño antiguo». O como «Amanecer en las ruinas», que empieza diciendo: «Como un jardín de piedra, las ruinas…». Me gustan sus evocaciones, sus recuerdos del verano, su repaso de las agendas antiguas, sus descripciones de la música y la luz. Incluso poemas de amor, como «Tan distinto jardín», «En el placer más alto» o el ceremonioso «Cuando el amor nos llama»: «toda la noche, lentas, surcarán mis caricias / la llanura gozosa de tu espalda en reposo…». Suena como una barca deslizándose en un lago, suena a Siglo de Oro.

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