RUBÉN MARTÍN
Fracturas
Nausícaä, Murcia, 2016
Rubén Martín (Albacete, 1980) mantiene una contemplativa
complicidad con las cosas, con los objetos inertes que le rodean y le devuelven
reflejado su estado de ánimo.
La aceptación está en la hoja que se mece
mientras cae, la inminencia de la vida está en el silencio con que el aire
aguarda a que algo «lo reviente en añicos», ya sea una palabra o un pájaro entrevisto.
El poeta es un observador al que le cuesta distinguir «entre las cosas vivas /
y el recuerdo vivido», pero que se conoce a sí mismo a través de la
contemplación, utilizando la poesía como enlace. Cuando viaja, siente que su
mirada encarna la mirada de los objetos que no pueden mirar: «soy los ojos del
tren». En Fracturas, su última
entrega hasta la fecha, la mirada de Martín busca en las cosas la fuerza que
necesita para aceptar la muerte de lo cercano. La dedicatoria a su perra Roma
es un guiño sincero, «porque a vivir se juega muriendo muchas veces, / sin
compasión ni estoque / pero con artificios, / antes del fin del juego». Un
farol quebrado, la noche y sobre todo el frío de la pérdida componen el
panorama del que solo se puede salir hacia adelante, escribiendo: «pienso en el
hijo azul que desconozco, / pienso en el cuerpo a medias que olvidó, / y entro
entonces al frío como entraba Quiroga,/ como entraba Pavese o Paul Celan…». Le
acompañamos estremecidos hasta «el lugar que se hace extraño, / incluso para
mí». Pero en su viaje hay estaciones, lecturas y alguna fotografía de París,
que ahonda en la extrañeza: «la tarde era una historia que merece contarse / y,
sin embargo, apenas la recuerdo». Una vez más son los objetos, las piedras, las
plantas, los que vienen al rescate, como La
encina roja que visitaba con su padre: «Quise parar el tiempo bajo la
encina roja / de mi niñez, recolectar los frutos / que el aire de noviembre
había sacudido / hasta darlos al suelo». Como sus libros anteriores Contemplación (Fundación Siglo
Futuro-Caja de Guadalajara, 2009), El
minuto interior (Adonáis y Ojo Crítico, 2010) y El mirador de piedra (Hermanos Argensola, 2012), Fracturas también ve la luz tras ganar
un premio literario, el de la revista Barcarola.
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