SUSANA BENET
La enredadera
Renacimiento, Sevilla, 2015
El haiku está viviendo una verdadera moda en España, dentro de las
reducidas magnitudes en que un subgénero de la poesía puede ponerse de moda.
Hasta las últimas décadas no se ha logrado trasladar con solvencia este poema
de tres versos de origen japonés a nuestro idioma porque los primeros intentos
incluían retruécanos, metáforas e incluso rimas que distorsionaban la sencillez
original del haiku, que solo pretende captar con palabras un instante de los
sentidos. Nada más, pero tampoco nada menos. Ahora proliferan las antologías, los
sustanciosos análisis y los autores. Entre estos últimos, Susana Benet es una
de las más celebradas por los degustadores del género.
Saltó a la palestra en
2006 con Faro del bosque (Pre-Textos)
y desde entonces ha publicado otros dos libros más. A ellos les ha añadido Ráfagas, primer premio ciudad de
Medellín, y algunos inéditos, para completar este álbum de sus haikus reunidos.
Lo edita Renacimiento en su colección de antologías poéticas rayadas en color
y con prólogo de un escritor relevante. A Susana Benet le hace los honores el
catedrático de la Universidad de Sevilla Fernando Rodríguez-Izquierdo. En cuatro
pinceladas nos indica que el hilo conductor del libro es una observación muy
cuidadosa de la naturaleza y de lo humano, sumada al principio de sugerir más
que decir. También nos convence de que para fijar con eficacia un instante de
los sentidos en tres versos hay que usar una técnica muy depurada. El azar
juega lo justo. Benet es una escritora urbana. Escribe desde la ventana de su
casa, en el tren, en los balcones, los parques, cerca de sus gatos. Está
atenta, busca el asombro, que muchas veces flota en un contraste. A veces un
haiku encierra toda una vida: «En cada vuelta / del tiovivo, mi padre /
diciendo adiós». También la muerte: «Tras el cortejo, / el olor de las flores /
pisoteadas». O el amor: «Plancho y aliso. / Cuando toco las sábanas, / toco tu
cuerpo». El haiku requiere del lector que participe con la misma sutileza con
que fue escrito. Es huidizo como un aroma. Para percibirlo hay que tener la
pituitaria sana, pero también ir en su busca con la atención precisa.
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