ANDRÉS GARCÍA CERDÁN
Barbarie
2015, Ediciones Rialp, Madrid
Todos los sentimientos, bien aprovechados, sirven para hacer
poesía. Se puede hacer poesía con la indignación como demuestra Andrés García
Cerdán (Fuenteálamo, Albacete, 1972) en el poema Los bárbaros. Indignación por las obras de arte que están
desapareciendo en Oriente bajo el vandalismo ciego de los fanáticos religiosos:
«En Nínive, degüellan al ídolo, de un tajo, / las radiales». Indignación que
parece una continuación necesaria del poema de Kavafis Esperando a los bárbaros y que acaba incluyendo a toda la especie
humana: «Sobrevive la infamia de saber / que somos la alimaña más dañina..».
Pero el poemario contiene otras piezas singulares, como Bañeras, donde el poeta recurre a la ironía y a la sensibilidad para evitar el suicido de un ser muy cercano: «Quiero robar la daga con la que vas a hacerlo». También incluye una curiosa poética en tercera persona; no es el autor quien apunta las características de su escritura, sino que deja que lo haga un amigo, Eloy Sánchez Rosillo, cuyos comentarios a un libro suyo anterior transcribe en el poema Eloy: «Unos días después me llamó. Dijo / que ya había leído el libro, / que lo había leído con toda su atención. / Que mis poemas seguían siendo radicales / pero que ahora había serenidad en ellos…». Y ciertamente el Andrés García Cerdán nocturno y torrencial, psicodélico, se ha ido apaciguando y aceptando el valor de las cosas sencillas, como una piedra, la lluvia, las olas, el agua de una fuente. También ha ido comprendiendo que hay que aferrarse a los buenos momentos, que a veces son casi inaprensibles: «Me quedo con mis libros. Hoy tampoco / salgo…». Cierto que le queda la nostalgia de tanta intensidad pasada: «No riego con ginebra los geranios / hace ya mucho tiempo –lo sabéis-, / pero sigo mirando la ciudad / desde el mismo balcón, desde su salto / rabioso contra el mundo…». Su libro Barbarie ha merecido el premio Alegría, que se denomina así en homenaje al poemario homónimo de José Hierro, aquel sabio que dividía sus poemas en reportajes y alucinaciones. Los últimos que va publicando García Cerdán pertenecen al primer grupo. Parece que la psicodelia remitió.
Pero el poemario contiene otras piezas singulares, como Bañeras, donde el poeta recurre a la ironía y a la sensibilidad para evitar el suicido de un ser muy cercano: «Quiero robar la daga con la que vas a hacerlo». También incluye una curiosa poética en tercera persona; no es el autor quien apunta las características de su escritura, sino que deja que lo haga un amigo, Eloy Sánchez Rosillo, cuyos comentarios a un libro suyo anterior transcribe en el poema Eloy: «Unos días después me llamó. Dijo / que ya había leído el libro, / que lo había leído con toda su atención. / Que mis poemas seguían siendo radicales / pero que ahora había serenidad en ellos…». Y ciertamente el Andrés García Cerdán nocturno y torrencial, psicodélico, se ha ido apaciguando y aceptando el valor de las cosas sencillas, como una piedra, la lluvia, las olas, el agua de una fuente. También ha ido comprendiendo que hay que aferrarse a los buenos momentos, que a veces son casi inaprensibles: «Me quedo con mis libros. Hoy tampoco / salgo…». Cierto que le queda la nostalgia de tanta intensidad pasada: «No riego con ginebra los geranios / hace ya mucho tiempo –lo sabéis-, / pero sigo mirando la ciudad / desde el mismo balcón, desde su salto / rabioso contra el mundo…». Su libro Barbarie ha merecido el premio Alegría, que se denomina así en homenaje al poemario homónimo de José Hierro, aquel sabio que dividía sus poemas en reportajes y alucinaciones. Los últimos que va publicando García Cerdán pertenecen al primer grupo. Parece que la psicodelia remitió.
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