José Corredor-Matheos: Sin ruido. Ed. Tusquets, Barcelona
2013
Hace años que José
Corredor-Matheos ha ido transformándose en un poeta oriental hasta en la
expresión de la cara. Pero el proceso no ha terminado, sigue produciéndose. En El don de la ignorancia (Premio Nacional
de Poesía 2005) parecía que su escritura no podía reducirse más, que estaba
tocando la esencia, y sin embargo llegó Un
pez que va por el jardín (2007) donde introducía un guiño zen ya desde el
título. Sin ruido es la demostración
de que al poeta nacido en Alcázar de San Juan en 1929 aún le quedaba margen en
el camino hacia la pureza.
El título no parece tanto referirse al silencio, aunque también, como a la liberación de todos aquellos elementos que nos distraen, ya sean materiales (“te tienes que librar / de los objetos”) como puramente emocionales (“sentirse desolado/ puede ser un consuelo / que debes rechazar”). “Renuncia a todo y sé / menos que nada.”
El título no parece tanto referirse al silencio, aunque también, como a la liberación de todos aquellos elementos que nos distraen, ya sean materiales (“te tienes que librar / de los objetos”) como puramente emocionales (“sentirse desolado/ puede ser un consuelo / que debes rechazar”). “Renuncia a todo y sé / menos que nada.”
Este proceso de purificación no
es el objetivo, sino el camino hacia la intensidad interior, en el que la
poesía actúa como instrumento de conocimiento. Ya el poema inaugural es una
declaración de intenciones: “Estos versos que brotan / del silencio / recogen
sensaciones / del instante / y otras que creías / olvidadas. // Así vas
aprendiendo / a conocer / el goce y el dolor de que estás hecho / con los que,
deshaciéndote, / te haces.” Este papel de la palabra como aproximación a lo
inefable le obliga a revisar la herramienta, a sacarle filo, “a esperar que
regrese”: “¿La oyes? / Es la música / del poema que intentas / escribir”.
También a reconocer que ni la controla ni es suficiente: “Ver, propiamente ver,
/ es siempre demasiado, / y tampoco tendrías / manera de expresarlo.”
En definitiva, de lo que se
trata es de dejar constancia de la conciencia de vivir, que es algo tan débil
como un soplo de brisa en las sienes o la lluvia mojándote, “la manera que
tiene / el tiempo de pasar, / como quedándose”. Vivir a fondo los instantes,
silenciando lo accesorio: “callar estas noticias y todas las noticias. Olvidar
el futuro y el pasado”. Vivir como si este fuera el último segundo de Pompeya y
tu ropa se fuera a quedar en el brocal del pozo para dejar “constancia de tu
paso / por esta tierra oscura”. Sin ruido, pero con la plena intensidad de lo
vivido. Un libro humilde que crece en cada lectura. Un libro tan discreto que,
aun siendo novedad, se había escondido en la segunda fila de la estantería de
la Librería Popular y a Rocío le costó encontrarlo para que pudiera traérmelo a
casa.
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