La semana pasada desapareció
AbTevé y hoy cierra sus páginas en papel La Verdad de Albacete. En semanas
anteriores sufrió un fuerte recorte el diario La Tribuna. Alguien dirá que es
una casualidad y una lamentable consecuencia
de la crisis, pero es mucho más que eso. Que no nos cuenten patrañas: estas
pérdidas son graves y definitivas. También interesadas. No se compensan con
redes sociales ni con supuestos canales alternativos. Lo que estamos perdiendo
son ventanas que nos permitían asomarnos directamente a la realidad, un derecho
desarrollado en el artículo 20 de la Constitución.
Asomarnos a los hechos. Porque es necesario que aprendamos a distinguir entre los hechos, las opiniones y la publicidad o propaganda. La verdadera información es la que sirve una relación de los acontecimientos, lo más ecuánime posible, y deja que el ciudadano, desde el conocimiento de lo sucedido, se forme su propia opinión.
Asomarnos a los hechos. Porque es necesario que aprendamos a distinguir entre los hechos, las opiniones y la publicidad o propaganda. La verdadera información es la que sirve una relación de los acontecimientos, lo más ecuánime posible, y deja que el ciudadano, desde el conocimiento de lo sucedido, se forme su propia opinión.
Es verdad que una de las
asignaturas pendientes de nuestro sistema educativo es que aprendamos a pensar
por nosotros mismos y, más todavía, que aprendamos a distinguir lo que son
ideas de lo que son puras emociones. Es un problema gravísimo, que deja a la
mayor parte de ese ente abstracto, conocido como opinión pública, en manos de los manipuladores, de los demagogos,
de los ingenieros de la mentira. Es gravísimo porque de la opinión pública depende la democracia, este sistema imperfecto por
el que dicen que nos regimos, y que consiste en dar la razón a lo que vote la
mayoría de la gente cada cuatro años. La opinión
pública debería conformarse a partir de los hechos, reflexionando sobre
ellos, sopesando los pros y los contras, valorándolos. Pero hay una parte
importante de la población que ha delegado este proceso, fundamental para ser
personas realizadas, en los medios populistas que les sirven la opinión ya
cocinada y lista para ser digerida, después de haberles abierto la boca con
gritos o con delicadezas, según el caso, que remueven las pasiones para
provocar un cortocircuito en la razón.
Los medios informativos (y no
todos los que dicen serlo lo son) sirven para garantizarnos el acceso a los
hechos. Cierto que la objetividad no existe, pero los hechos son los hechos. La
calidad de un medio de información se mide por el rigor con que es capaz de
separar lo que es información de lo que es opinión. Cuanto más diferenciadas
están, más fiable es el medio. Podría enumerar hasta cuatro periódicos que
sobreviven a la crisis en España en los que, desde los titulares de la portada,
se está ofreciendo no ya opinión, sino directamente propaganda. Porque los
medios de comunicación que no tienen subvención estatal viven de la publicidad,
que es una limitación sin duda, pero también una garantía de independencia
política. Como todos sabemos, la publicidad anuncia bienes o servicios. Cuando
la publicidad anuncia ideas, se convierte en propaganda. Y nadie desconoce que
el nazismo se alimentaba de su propia propaganda, lo que nos da una medida de
lo importante que es la propaganda para sostener un régimen injusto, dañino y
antidemocrático.
La desaparición en cadena de
medios informativos supone la pérdida de ventanas que nos permitían asomarnos a
los hechos desde una perspectiva profesional y contrastada. Por supuesto que no
existe el medio perfecto y que los consumidores de esas informaciones tenemos
que valorar, entre otras cosas, los intereses de los propietarios de los
medios, quiénes los sostienen publicitariamente y también contrastar el relato
de los hechos con otros medios para diseccionar la realidad con más precisión.
Esa es una parte del proceso de pensar por uno mismo, de asegurarse de que no
nos engañan. Las redes sociales permiten difundir impresiones con rapidez
descontrolada, permiten concertar citas masivas, pero no siempre nos garantizan
que los hechos que afirman sean reales. De ahí el calibre de la pérdida que
estamos sufriendo.
Para poner un ejemplo, hay unos
hechos que han puesto sobre la mesa los medios de comunicación: que un tesorero
del Partido Popular acopió millones de euros y los guardó en Suiza, y que en
una libreta anotó cantidades asignadas a las personas que hoy rigen el país. El
resto es humareda, distracción, propaganda. Que no nos desinformen.
Cuanta verdad, Arturo.
ResponderEliminarSaludos.Manuel Ruiz
Es una pena lo que está pasando y sobre todo, que cada vez haya más censura y menos opinión libre.
ResponderEliminarGracias, Arturo.