Dice Ada Salas que, si alguien le asegura que las piedras no son
seres vivos, tiene que argumentar muy bien para convencerla. No en vano su
poesía nace de las casas derruidas, de las noches profundas, de la soledad
insondable. Son sus herramientas. Como el prestidigitador saca un conejo de una
chistera que todos creíamos vacía, ella saca poemas de donde parece que no hay
nada, de donde todos hubiéramos jurado que no había nada antes de verla sacar
lo que sea. A cada poeta, como a cada personaje de un cuento maravilloso, le es
entregado un material que debe amasar y amasar para convertirlo en poesía. A
ella, que ha conocido a José Ángel Valente, y que se siente privilegiada de
haber recibido de primera mano su magisterio, le ha sido dado el silencio, el
minimalismo que usaba Valente en sus últimos libros. Y aunque haya muerto el
maestro, el magisterio queda vivo dentro del alumno.
En medio de los versos de Ada, florecen los silencios, y ella los
pronuncia con la misma disciplina con la que pronuncia cada sílaba de las
palabras. Porque son algo muy serio los silencios, son el contenedor de los
sonidos y de la música y del mundo. Me preguntaba, antes de oírla, cómo leería
sus poemas tan breves, de versos que se cortan y se encabalgan y se escalonan
para que las palabras sugieran más allá de los ecos. Me lo preguntaba, porque
una cosa es plasmar en el papel esa brevedad y otra cosa distinta es elevarla y
mantenerla viva en los sonidos. Pues ahí estaba Ada, en el Salón de Grados de
la Facultad de Humanidades, amasando con la voz la escultura de sus versos,
devolviéndonos limpias a la tribu las palabras manchadas por el uso,
desgastadas por la intemperie de lo cotidiano. Devolviéndonos lo sagrado en las
palabras recién limpias.
Dice que sus alumnos de secundaria le preguntan que para qué sirve la
poesía. Y que ella les contesta que para nada, por supuesto. Para nada al menos
de lo que ellos entienden por útil. Cuando alguien se hace esta pregunta es
porque no sintoniza con lo sagrado. Hay que oír a Ada Salas citar a Mallarmé,
aferrarse a sus convicciones, dejar que sus palabras se enreden en el ritmo,
para entender que no debemos confundir lo útil con lo esencial. Cuando hurga en
la chistera del silencio, no busca las orejas de un conejo, se está buscando
ella misma. Y, si hay suerte, se da. Empieza un poema diciendo “tiendo mi
cuerpo aquí”, y acaba pidiendo: “comed / hasta que yo desaparezca”, un poema
que en su entrega me recuerda al “como si nunca hubiera sido mía,/ dad al aire
mi voz y que en el aire / sea de todos y la sepan todos” de Claudio Rodríguez.
“Me hubiera reñido si me oyera explicar tanto los poemas”, explica
Ada, recordando a Claudio Rodríguez, que estuvo entre la audiencia de una de
sus lecturas y que se acercó al final para advertirle que se dejara de
aclaraciones. Es cierto, no requieren explicación, pero quién evita buscar la
complicidad de una concurrencia tan callada, tan contagiada del halo de lo
sagrado: “es mi carne también este silencio”. Puede que hasta sonara distinto
en el silencio de los libros de Librería Popular cuando lo alzaron mis manos.
Poesía minimalista, poesía simbolista, poesía del silencio la llaman,
y la practica toda una escuela de poetas españoles, Gamoneda entre ellos. En el
juego de los contrarios jugaron a enfrentarlos a los poetas de la experiencia,
en cuyos poemas está más clara la vivencia que sirve de germen al poema. Ada
Salas ha sido, entre los jóvenes, fiel al minimalismo; no por convicción
personal, sino porque el poeta usa las herramientas que le son dadas. No puede
elegir. De hecho, en el último libro se le alargaron los poemas. Encima lo
tituló como uno de los versos: Esto no es
el silencio. Y no veas la que se lio con este título que parecía una
declaración de principios y que solo era poesía de la misma chistera que la de
antes.
Ada Salas: Esto no es el silencio Ed. Hiperión, 2008; No duerme el
animal; Ed Hiperión, 2009.
(Roger Wolfe leerá sus poemas en la Facultad de Humanidades de Albacete, el próximo
jueves 25 de octubre a las 20 horas, dentro del ciclo 5 Poetas en Otoño).
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