Uno de los placeres a los que renuncias, por meterte a la vez en
tantos berenjenales, es encontrarte en la calle Ancha con un amigo al que hace
tiempo que no ves y estar charlando con él una hora. Con Diego Sanz (Albacete, 1958), no
renunciamos. Pasamos de los tres cuartos. A Paqui Gata (Monesterio, Badajoz) la he visto mucho por el
Parque, pero tampoco hemos podido alargar la charla. Es lo que tiene una ciudad
como Albacete, que los circuitos se cruzan con facilidad, pero cada uno ha de
atender a las exigencias del suyo: la vana solicitación de la hora, que diría
Valle Inclán. Sin embargo, lo que sí hemos podido es intercambiar los últimos
libros escritos, y de este modo he prolongado la conversación callejera con la
de los poemas de cada uno de ellos.
Ambos se han marcado retos similares: han escrito libros de género.
La metafísica y la literatura policiaca se prestan más al ensayo y a la novela,
respectivamente, que a la poesía. Pero hay antecedentes. Siempre hay
antecedentes. Así, a bote pronto, en poesía metafísica me viene a la cabeza el poema Momento de Juan Eduardo Cirlot. Es el que más me gusta entre otros muchos. En cuanto a intentos de trasladar el mundo de la novela negra a la poesía, recuerdo
el libro Serie negra de Luis Alberto
de Cuenca. De todos modos, tanto Diego Sanz como Paqui Gata han afrontado sus
retos sin complejos y dejándose llevar por la inspiración. Decía Valente que el
poema no admite aprioris, es decir, imposiciones previas a su composición. No
parece que la elección previa del tema haya encorsetado estos libros. En todo
caso, tengo que confesar que soy un lector de poesía algo maniático y los
ritmos me distraen si no se ciñen a lo que entiendo por tradición.
En las reflexiones con las que cierra su poemario, Diego Sanz se
pregunta si se puede escribir un libro de poemas desde la estricta
racionalidad. Supongo que se refiere a si se puede escribir poesía solo con
reflexiones abstractas, sin asidero en los sentidos. Le hice a Gimferrer una
pregunta parecida hace muchos años. Me señaló que Berceo, para explicar cómo
era el cielo, tuvo que recurrir a un prado “verde e bien sencido”, para que los
lectores pudieran verlo. Porque la poesía persigue la emoción y es más fácil
conectar con el sentimiento desde los sentidos, es decir, desde las cosas tangibles,
que desde los simples pensamientos. Es la función de los símbolos.
Contrariamente a lo que pudiera colegirse de su pregunta, Sanz
utiliza los sentidos para ilustrar los poemas y el personaje que nos habla
desde sus versos no es un erudito que argumenta, sino un tipo como nosotros que
duda y que formula sus interrogantes desde experiencias cotidianas. Un ejemplo
es la pieza que da nombre al libro, Aufhebung:
“Bajo la plácida superficie de la verde laguna,/ se arremolinan los
pensamientos suicidas,/ atraídos por la aparente quietud.// ¿Busca el ser, en
el no ser, su perfección?” La Aufhebung
es una palabra alemana intraducible, que designa la cuarta y última fase de la
dialéctica hegeliana. Cada título y casi cada pasaje del libro invitan a
perseguir relaciones entre el arte y la filosofía. A mí, más que las
erudiciones, me atraen los poemas de Diego que más apelan a los sentidos. Mi
favorito es Saqqara, desde el que nos habla un Faraón enterrado: “Solo quiero
volver a ser el dios que fui”.
En cuanto al cine negro, es un subgénero de lo policiaco. No le
interesa el enigma, averiguar quién es el asesino, sino crear una atmósfera
espesa en la que el suspense se esconda tras el humo de los cigarros, suene a
jazz y se enturbie con el alcohol de las bebidas. Ya Luis Alberto de Cuenca, en
su libro, eliminaba referencias y llevaba la cámara de la descripción a lo
cotidiano, para que el lector encontrase la emoción en la sugerencia. Gata utiliza
el mismo sistema, aunque con poemas más discursivos: nos ofrece historias que
recomponemos desde fragmentos de conversación mezclados en una niebla
cinematográfica: “Ya sabes: mucho tiempo para pensar sin pensar”. En la mezcla
asoman héroes del género y citas que siguen siendo válidas en medio de nuestra
crisis: “Nadie había visto nada, / la locura es común e insolidaria”.
Diego Sanz: Aufhebung.
Ed. MausicaÄ, 2008.
Francisca Gata
Amate: Cine negro. Ediciones vitrubio,2012
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