Hace ya muchos años, tuve que esperar a un amigo en el salón de su
casa. Para amenizar la espera, tomé un libro del estante, al azar, y me puse a
leer. Casi me muero de la risa, casi me atraganto para no llamar la atención de
su madre. Era un libro de historias locas y humorísticas de Enrique Jardiel
Poncela, escritas con absoluta libertad y sin más afán aparente que el de
desternillar al lector. Disfruté tanto que me fastidió que mi amigo regresara sin
dejarme devorar el volumen, que tampoco pude llevarme prestado porque pertenecía
a su padre. Los argumentos y el afán frustrado de completar la lectura se
fueron desvaneciendo en la memoria. Hasta que leí el otro día el libro Te vas a reír cuando te lo cuente, de
Félix J. Velando (Fuente Álamo, 1970). Al levantar la cabeza, entre risas, encontré
la conexión con aquella breve y apurada lectura. Ni siquiera recuerdo con
exactitud de qué hablaban los relatos de Jardiel. Sé que había un capitán
Mascachicle y poco más. El Peralada de las historias de Velando tiene poco que
envidiarle. Aunque el tono es distinto, como la época: Jardiel no conoció la
televisión y Velando ha trabajado como guionista de series como Siete vidas, Física y Química, o Las
noticias del guiñol. Se le nota en la soltura con la que maneja monólogos, diálogos
y personajes, entre los que hay tertulianos, escritores de caja tonta y
políticos surrealistas, además del irrepetible ex-legionario que se pasea en
pelotas y con total impunidad por el paseo marítimo de una ciudad mediterránea.
Hay desparpajo, audacia, mala leche en cada relato. Se nota que el escritor ha disfrutado
tanto escribiéndolos como el lector cuando viene a leerlos. De hecho, se nota
que son los personajes los que van creando la historia, y que el escritor se
limita a complacerlos. Por eso echamos de menos que abroche mejor algunas
estructuras, para que no sean simples pasajes de consumo rápido. Como Mejor que no te cruces con Propp, que
nos deja con ganas de que hubiera continuado la trama en donde la disuelve la
broma. Esta objeción no es aplicable a Mi
vida con Elvis y más especialmente a Septiembre
y las medusas, dos relatos de amor adolescente, donde la saña y la ternura se
complementan con eficacia. Félix J.
Velando: Te vas a reír cuando te lo cuente. Ed. La Página. Miradas,
2012.
Prosas de Alcandora
El modo en que nació y fue conformándose el grupo Alcandora no es el
menos atractivo de los relatos que componen esta antología de quince autores.
Dieciséis si contamos al prologuista, Domingo Henares. Examinándolos uno por
uno, vemos que solo una pulsión tan minoritaria como la escritura pudo reunir a
un grupo tan heterogéneo. Ha pasado más de un cuarto de siglo desde que Manuel
Terrín y Paco Bonal coincidieron en una librería (1986). Recuerdan hasta el
diccionario de escritores españoles contemporáneos que acababa de adquirir el
segundo y que estaba hojeando en el momento de la epifanía. A la tertulia que
fundaron fueron acudiendo casi en tropel muchos y variopintos autores, que
andaban tan huérfanos como ellos de asociarse con gente afín. Es estremecedor
ver cómo bastantes de aquellos tertulianos, algunos de los más tenaces, no
están ya presentes. Echo de menos, entre otros, a Andrés Duro del Hoyo, Antonio
Matea y Paco González Bermúdez. Pero aquí sigue el resto, inasible al
desaliento, manteniendo bien alta la bandera de la literatura, constituidos en
asociación, reuniéndose en los altos de la confitería La Suiza y con sede en el
Ateneo. Compartieron una antología de poemas y ahora ésta otra de narraciones,
en la que hay desde cuentos a ensayos, pasando por microrrelatos. Además, la
mayor permisividad de la prosa, nos granjea sorpresas como la participación de
Teodora Lozano, incansable espectadora cultural. Citarlos a todos sería prolijo,
y solo a unos pocos, injusto, pero ahí están, formando un corro apretado, tan
ilusionados como el primer día y mirando a la posteridad a través de la cámara,
desde la contraportada del libro. VArios Autores:
Prosas de Alcandora. Ediciones Qve, 2012.
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