Iribarren es el tipo que sale cada día de su casa con una cámara al
hombro. Si hay suerte, regresa con una foto nueva. Fotos de gente. Puede
tomarlas andando, montando en autobús por su ciudad, que es Donosti, o pasar
toda la tarde apostado esperando que pase lo que tiene que pasar. Aunque en su
caso, no es una foto, es un poema, que viene a ser algo parecido. Y por más
gente que retrate, al revelar el carrete, siempre sale él mismo, su jeta, que
no le gusta, pero es lo que hay. Su gesto adusto, de quien está de vuelta, pero
aún conserva un fondo inalterado de ternura. No está orgulloso de la ternura. La usa
entre paréntesis, o con ironía, o con humor, procurando que no se note.
Iribarren tiene algo de detective que está resolviendo un caso, el caso de la
vida, lo que pasa delante de sus narices. Y lo desentraña con lo que tiene a
mano, con palabras. Lleva haciéndolo desde 1985, que ya es decir. Hace seis
años, juntó todas, absolutamente todas sus piezas, en un libro gordo y gris. Le
puso como título “Seguro que esta historia te suena”. Porque solo hay una
manera de resolver los casos: desentrañar la historia que hay detrás de ellos.
Contarla. En cuatro versos, no más. A veces, Iribarren adelgaza los versos
hasta convertirlos en una especie de rastro de gaviotas, para condensar más la
historia. Y sin embargo, no le falta un detalle. Cuatro versos para
desentrañar la historia de una emoción, a veces de una emoción que es la vida
entera, como ese resumen de la vida que dicen que desfila ante los ojos de los
moribundos. Brevedad e intensidad, no hay otra. Decirlo todo en cuatro
imágenes. Parece fácil, claro. De eso se trata, de que se lea con facilidad, de
que entre como un supositorio. “Si tienes algún amigo poeta que esté inseguro
de lo que hace, dile que me lea; ya verás cómo se anima y dice: esto lo escribe
cualquiera”. Tiene Iribarren ese mismo aire fatalista que el protagonista de
sus poemas. Normal, qué demonios, es el mismo. El libro gris y gordo es el
libro de su vida. Cuando me lo envía, pone en la dedicatoria: “Cuidado / que va
la vida / (en verso)”. Casi otro poema de los suyos. El nuevo volumen es el mismo compendio de 2006,
igual de gordo, un poco menos gris, y sin embargo contiene una ampliación
importante: tres libros nuevos y otro casi entero de inéditos. Sus poemas han
tenido que estrecharse para caber en el mismo espacio que ocupaban hace seis
años. No pasan frío. Para mi gusto, esos tres últimos libros son los mejores.
Es como si el entrenamiento hubiera afilado su estilo. La historia te suena
porque es tu propia historia, porque no nos diferenciamos en nada. El poeta, si
es listo, indaga en lo que tenemos en común, lo pone ahí encima para que te
reconozcas como en un espejo. Donosti es su ciudad, pero es cualquier ciudad.
El mundo es un pañuelo de emociones. Lo único que diferencia al poeta, al poeta
bueno, es que le da tiempo a cazarlas, porque las mira a una velocidad
distinta. Es como la cámara esa lentísima que usan en el fútbol. Da tiempo a
verlo todo: el viejo que mira a la chica en biquini y que luego rasca el suelo
con la garrota, o el momento en que todos están buscando el periódico del bar
que de pronto ha desaparecido, o que el amor a veces convive con los carteles
donde se cagan las palomas. Como buen detective, habla con dureza y se ayuda de
exabruptos. No hace tanto que un grupo de psicólogos argentinos descubrieron
que las palabrotas nos acercan emocionalmente y que incluso son útiles en la
enseñanza. No saben lo que se pierden los que se las restringen a sí mismos
como hablantes, como lectores, como poetas, en este mundo de recortes en lo que
todo es estreñimiento. Pero esa es otra historia. Aunque seguro que también te suena.
/ Karmelo
Iribarren: Seguro que esta historia te
suena. Ed. Renacimiento, 2012.
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