Yeats

Vuelvo a tener una relación casi adolescente con ciertos libros. La Poesía reunida de Yeats llevaba mirándome un año y pico. Me acercaba a Librería Popular, la manoseaba y la devolvía a su estante. La última vez, en diciembre, no la encontré donde siempre. Después de sucesivas hojeadas, espaciadas en el tiempo, sentía que me había ganado algún derecho de usufructo, que algún lazo misterioso me ligaba al volumen, que necesitaba tocarlo de nuevo, vamos. Me asusté: «¿No lo habréis vendido?». Rocío consultó el ordenador con expresión seria: «pues, como no quede ningún ejemplar, no va a ser posible conseguirlo, porque este libro está descatalogado». Seguí escrutando sus pesquisas con un repentino temblor en las piernas. De pronto, su seriedad se relajó en una sonrisa: «según el ordenador, nos queda un ejemplar; voy a buscarlo». Desapareció en la trastienda, para reaparecer un minuto más tarde con el libro en las manos. Una vez recuperado su contacto, perdí toda sensación de urgencia. Lo manoseé, le di muchas vueltas. «No sé...» Rocío, que es una buena vendedora, terminó de convencerme. Le fue fácil. Aún tenía el susto en el cuerpo. Pero con el libro en la bolsa, camino de mi casa, las dudas volvieron: ¿A ver para qué leches me lo llevo? Una poesía completa no es lo mismo que un libro exento. Cuando te compras un libro que has hojeado, estás casi seguro de que te va a gustarte. Cuando te compras la poesía completa de un autor, sabes que te toca enfrascarte en su estudio. Como me dijo hace tiempo Miguel D´Ors: «el mejor poeta, Gil de Biedma por ejemplo, tiene ocho o diez poemas definitivos»; luego hay bastantes notables, y un montón de hojarasca. William Butler Yeats (1865-1939) obtuvo el premio Nóbel en 1923, aunque el Nóbel siempre ha tenido un componente político, y es probable que pesara en la balanza su lucha por la independencia de Irlanda. Yo había leído poemas sueltos en traducción de Manuel Soto para Mondadori y hasta algún libro exento, La Torre, para algunos su obra cumbre, traducida para DVD por Carlos Jiménez Arribas. No me había dejado huella. Tenía hechas anotaciones que no recordaba. De modo que, casi con resignación, abrí el libro y me sumergí en él. Como ocurre a veces, desaparecieron las resistencias. Primero me encontré un poema épico de Irlanda, a la manera de Homero y Virgilio: Las errancias de Oisin. Dejando aparte el título, que quizá se hubiera podido traducir con más naturalidad como vagabundeos, extravíos o andanzas, me parece que está lleno de perlas. Que vienen de «el tumulto de sus siglos», de sus antepasados. Una magia, la de Irlanda, que prosigue y se acentúa en Encrucijadas, que está lleno de la naturaleza fantástica y delicada que disfruté en mi adolescencia en autores neblinosos del estilo de Tolkien, compartidos en aquellos tiempos de iniciación con mi buen amigo Frutos Soriano. Hay un puñado de poemas que podemos considerar definitivos, pero hay que leer en inglés El niño robado, y escucharlo al mismo tiempo en la voz de hada de Loreena McKenitt. Tampoco le anda a la zaga Por las saucedas abajo, cantado en varias versiones. Pero Yeats no es solo autor de baladas. Fue pasando por otras etapas, en las que me parece apreciar los influjos de Leopardi y de Catulo, muy personalizados: «el estilo se alcanza con esfuerzo / sedentario, imitando a los maestros», dirá él mismo en un poema. Y en otro de sus emblemáticos, La maldición de Adán, escribió lo que hemos leído tantas veces y que sigue constituyendo una lección elemental para cualquiera que aspire a ser poeta: «Un verso quizá nos cueste horas, / mas si ese mismo verso no parece / haber sido pensado en un instante, / todo nuestro coser y descoser / no habrá servido entonces para nada». ¿Cómo resumir ochocientas páginas en estas líneas? Mucho poema prescindible, bastantes notables y una docena de definitivos, casi siempre bien tratados por el traductor, Antonio Rivero. Mereció la pena el esfuerzo. De hecho, visto hacia atrás, no se ve esfuerzo, todo es placer, desde el momento de llevarme el libro a casa. / YEATS: POESÍA REUNIDA. ED. PRE-TEXTOS.
  

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