Deslocalizados


Efectivamente, los Reyes Magos venían de Oriente, eran chinos, y están comprando el mundo. Además de los bancos, están comprando la deuda española, para que podamos seguir importando sus productos como hasta ahora, por un valor siete veces mayor de lo que nosotros les exportamos. Por supuesto, tampoco ellos han dejado junto al belén el regalo que más nos hubiera interesado recibir: sentido común. Nunca hemos estado más lejos de que nos gobierne el menos común de los sentidos. El pelo blanco de Barreda y su ronquera siguen pululando por las televisiones, se le oye expresarse como si fuera una persona respetable y se le oye dar consejos y apoyar propuestas partidistas, después de haber dejado la comunidad hecha un erial con sus delirios de grandeza, sus aeropuertos inútiles, la caja de ahorros malbaratada y transformada en un banco puro y duro, sus Aves que han reducido el número de trenes y han alejado el servicio de los ciudadanos a costa de aumentar los precios, y sus autovías que en vez de acercar las capitales de Castilla-La Mancha han hecho el milagro de dispersarlas más todavía. Uno de los grandes problemas de nuestra democracia, uno de tantos, es que no se pueda condenar a los gestores nefastos, si ya no a la cárcel, al menos a la prohibición de salir en los medios, en cualquier medio, para salvaguardar la alegría de los contribuyentes. Como ya esperábamos, la Cospedal no va a solucionar ningún problema. Colecciona sueldos en plena crisis, eso sí, y ni siquiera se digna recortarse alguno. Ya ni siquiera pide solidaridad: corta y recorta con la saña de quien tiene un juguete nuevo y puede usarlo a su antojo, sin ninguna limitación. Teníamos la esperanza de que se fuera de ministra, porque así igual le dejaba el hueco a otro que tuviera un poco más de sentido social. Pero Rajoy la ha dejado donde estaba. Por algo será. Sus sueldos son intocables, pero también parece que lo sean otros gastos que se antojan superfluos, si uno lo piensa un poco, como esas televisiones autonómicas por las que se desangra nuestra economía. También intocables. Los economistas de verdad, no el coro de palmeros en los que fundamentan su juego de guillotina, están cansados de decir que el gran problema de la economía real es que la están agostando, que cada vez hay menos dinero en circulación, la gente compra menos y tienen que cerrar por asfixia los comercios y las fábricas. Y que eso no se soluciona con recortes. Para revitalizar la economía, la medicina es exactamente la contraria: hace falta invertir, ofertar trabajos, que al principio tienen que ser públicos, subir los sueldos, que la gente vuelva a tener dinero para gastar en el mercado interior. Y hay que pagar las deudas de la administración, que tiene un montón de pobres deudores a punto de echar el cierre, y tiene, por ejemplo, a los institutos, sin un chavo, con la tercera parte de lo que necesitan para sobrevivir. Ese dinero solo puede venir de los impuestos, pero no tanto de las nóminas, que ya sostienen el 85 por ciento del IRPF, según revelaron en noviembre los inspectores de Hacienda, sino de esa gran bolsa de fraude y de economía sumergida que existe en España. Baste señalar, lo hicieron los inspectores, que el dinero que los inmigrantes envían a sus países aumentó con respecto a años anteriores, lo que quiere decir que se sigue produciendo dinero. El problema es que no da la cara, no contribuye, no es solidario con la sociedad. Como la señora Cospedal. Una de las cosas que hizo nada más llegar nuestra presidenta autonómica fue cambiar el nombre de los delegados de las consejerías. Ahora se llaman coordinadores, y tienen una categoría más, con lo que cobran más que los que les precedieron. Menudo cambio hacia la austeridad. Otro avance es que ya no están al frente de las delegaciones provinciales, sino de los servicios periféricos. Hemos pasado de tener delegaciones a estar en la periferia. En la periferia de Toledo, aunque nuestros presidentes autonómicos prefieran vivir en Madrid, sucursal de la capital castellano-manchega, que pronto será periferia de Pekín.

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