Raquel Lanseros


Este año, Raquel la ha vivido más sobre trenes y aviones que en el suelo firme. No para. Baja en Albacete con una maleta enorme y nos advierte: “no penséis por favor que es para una noche, qué vergüenza. Es que mañana no me da tiempo a pasar por casa y salgo para México. Llevo ropa de verano, otoño e invierno, porque en tres días voy a vivir en todas las estaciones”. En México será jurado en un concurso literario en Chiapas y después aún le dará tiempo de leer sus poemas en DF. Antes ha estado en Perú y en Colombia. Su presencia en una antología internacional de poesía joven le ha abierto las puertas del Nuevo Mundo y viene empapada, impresionada de lo que ha visto. En Medellín leyó un poema ante una multitud humilde y sin embargo expectante, respetuosa y a la vez exigente con la poesía. Escuchándola, se me ocurre que es extraño leer algo escrito para la intimidad delante de tanta gente. Pero Raquel me aclara que era tanto el respeto que reinaba en aquel espacio que resultó una experiencia enriquecedora. No le arredra la aventura a esta poeta. Después de haber nacido en Jerez, por una decisión emprendedora de sus padres, de haber aprobado la oposición en Albacete, de haber impartido clases en Murcia y en León, Raquel Lanseros es ciudadana del mundo, lo lleva en sus genes gallegos que el apellido certifica. “Viene de los lanceros”, subraya, “los soldados con lanza que aparecen, por ejemplo, en el cuadro de la rendición de Breda, de Velázquez”. Y añade que más tarde cambiaría en Galicia la ce por una ese. De su condición de filóloga, le viene el gusto por la palabra. Su libro ganador del premio Antonio Machado en Baeza se llama Croniria, un neologismo que parece referirse al país del tiempo. Otro que ha visitado. Ya escribió Baudelaire que los verdaderos viajeros son aquellos que se van por irse, que son como las nubes. Aunque es profesora de inglés, las citas y las referencias de sus poemas abarcan desde Tintín a Emilie Dickinson, pasando por un crepuscular Machado, hasta el propio Baudelaire. Los viajes y los trenes los enriquecen; hablan de amor y de amistades, de pena y de alegría. Y se tiñen de protesta cuando se rebelan también ante la injusticia. No podía ser menos. Raquel viene de países donde existen abismales diferencias entre ricos y pobres y le ha impresionado que sin embargo valoren la cultura como un medio para seguir creciendo. Todos están creciendo: Perú, Argentina, Colombia... Sobre todo le sorprende el contraste con lo poco que se valora la cultura en nuestra España. En estos tiempos de recortes en educación, los candidatos a la presidencia de nuestro Gobierno solo hablan de economía. La cultura se da por entendido que no importa. Y le subleva este menosprecio hacia lo que más ama. Frunce un poco el ceño, pero enseguida retoma la sonrisa. Lanseros lee sus poemas con una sonriente claridad, en un tono sereno y minucioso, que no deja resquicios a la duda. Será en el turno de preguntas cuando explique con pormenorizada pasión su experiencia en América. No alude sin embargo el gran problema de seguridad que vive en ese ancho espacio del mundo. Nos comentará después que, a la hora de tomar un taxi, en cualquiera de aquellas capitales, hay que elegir los que llaman seguros, que envían al ayuntamiento la relación del lugar donde lo tomas y aquel al que te diriges, por si acaso. Como no podía ser menos, ha probado alguno inseguro. ¿Y cómo puedes viajar tanto? Raquel ha pedido la excedencia en la enseñanza para consagrarse, en principio dos años, a la literatura. Estaba dando clases en Madrid. Comentamos lo difícil que se está poniendo la enseñanza. Por la mañana, muy temprano, volverá a los trenes, en los que sus poemas viven como en su propia casa. No en vano acaba de ganar la última edición del premio Antonio Machado de la Renfe, el mejor dotado a un solo poema. La condición es que tiene que hablar de trenes. Pero quién sabe más de trenes que Raquel.

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