Léxico sentimental de la huelga


No es novedad. Todas las palabras contienen unas cargas emocionales que van mucho más allá que los escuetos significados del diccionario. Para la Real Academia, huelga es la interrupción colectiva de la actividad laboral por parte de los trabajadores con el fin de reivindicar ciertas condiciones o manifestar una protesta. Hasta ahí, ninguna sorpresa. Tampoco sorprende que venga de holgar, pero sí que ésta proceda del latín follicare. Más curioso aún resulta que follicare no significase en la antigua Roma lo que todos pensamos, sino resoplar o respirar. De aquellos resoplidos latinos vienen hoy estos suspiros laborales. Pero cuando uno oye hablar de huelga, la palabra se magnetiza con otras connotaciones que resuenan diferentes en el oído de un empresario, un empleado o de un político. Para todos ellos, la huelga propone un socavón, el del diptongo hue, por el que nos parece que puede colarse la realidad entera, tal como la conocemos. Unos cavan para que el hoyo sea más profundo y otros se afanan para que no pase de ser un bache por el que no quepa ni la suela del zapato. Quiero decir que todos espolean los sentimientos de la ciudadanía. Además de hinchar las cifras para desinformar a su favor, procuran acentuar la sacudida que deja en todos la palabra huelga, en especial los sentimientos de miedo y de culpa. Así los huelguistas avivan el miedo a su favor. Baste citar la palabra piquete, que viene de pico y que tiene connotaciones militares. Puede ser un grupo de soldados poco numeroso que se emplea en servicios extraordinarios, pero aquí lo utilizamos para designar a un grupo de personas que, pacífica o violentamente, intenta imponer o mantener una consigna de huelga. Por su etimología y por sus antecedentes, la palabra piquete es ya de por sí puntiaguda y puede ser más o menos afilada según con qué intenciones se pronuncie. La necesidad de corrección democrática la ha ido vinculando al adjetivo informativo, con el que forma prácticamente matrimonio, como si el único cometido lícito de un piquete fuera argumentar a los compañeros que rehúyen sumarse a la convocatoria las supuestas maravillas que están perdiéndose. Pero claro, tanto ha domesticado la información a la palabra piquete que ya no da tanto miedo, o eso le parecía a uno de los líderes sindicales, que con el énfasis propio de las vísperas hablaba el otro día de piquetes informativos y convictivos. Ingenioso neologismo traído por los pelos del latín convincere, convencer. Vamos, como queriendo decir que los piquetes no están para perder el tiempo argumentando, sino que su cometido es convencer a los esquiroles como sea. Y de paso, acojonarlos un poco con la cercanía de la palabra convicto, que tiene el mismo origen que convencer, pero le añade un toque carcelario, pues es el reo al que se le ha probado su delito, aunque no lo haya confesado. Por supuesto, la administración tampoco se anda con chiquitas en el uso de las connotaciones para manejar los sentimientos de los que esperan noticias con la oreja pegada al transistor. Maravilla observar como todos los políticos afines al gobierno que eran entrevistados respondían como loros que la jornada estaba transcurriendo con normalidad, que reinaba la normalidad por doquier, una normalidad unánime, tan normal que uno terminaba preguntándose qué significa la expresión: si es que no existen alteraciones de orden público o que todo el mundo está aplicado a su faena como si no se hubiera enterado o no quisiera enterarse de que hay convocada una huelga. Por supuesto, llevaban semanas sugiriendo sibilinamente que, tal y como anda el país sumergido en la crisis, sólo los antipatriotas son capaces de interrumpir la producción para terminar de hundirlo. Y mientras, la oposición mayoritaria se frota los dedos agusanados por la corrupción y los alza de vez en cuando para señalar a todos como culpables oyendo canturrear en sus párpados la caja registradora de votos. Entre la culpa y el miedo, aún gana el sentimiento de la duda: haga lo que haga, pierdo. Y en cambio todos ellos parecen convencidos de haber ganado: los paniaguados sindicalistas, el inepto gobierno y la inmoral oposición.

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