Qué leyes, qué mercado



Hemos terminado creyendo que hay un voraz mercado que rige el universo con sus leyes incomprensibles. El empleado de banco que sopesa sonriente nuestra solicitud de hipoteca tiene más o menos la misma idea que nosotros de cómo funciona, muy vaga, aunque su aparente seguridad pueda hacernos pensar lo contrario. Si supiera más, se refocilaría al sol en alguna isla paradisiaca en lugar de concentrarse en si nos ampara un aval firme y en si nuestro lenguaje gestual revela interés o desconfianza. En el mejor de los casos sabe que él mismo es un eslabón diminuto y necesario de los beneficios obscenos que a bombo y platillo anuncia cada año la entidad. En cambio, he visto en internet a una argentina pobre sonriendo de verdad. Hasta hace muy poco vivía esclavizada por los usureros. De pronto, tiene un proyecto de vida. Microemprendimiento lo llaman. Es una de las beneficiarias de esa red que ha ido creando Muhammad Yunus, el economista bangladeshí que obtuvo el Nóbel de la Paz en 2006 por diseñar bancos que prestan poquísimo dinero a los pobres, aunque no tengan ni aval ni dónde caerse muertos. Banquitos los llaman en Latinoamérica. Yunus impartía clases en la universidad cuando decidió combatir la pobreza en su país. Comprendió que sus paisanos necesitaban muy poco dinero para independizarse. Hizo una lista de conocidos a los que podía ayudar y contó 42 personas. Con 27 dólares en total se solucionaba el problema. Se los prestó y comprobó que la idea resultaba. Quiso ampliar el círculo, pero pensó que era mejor dirigirse a una entidad superior que pudiera mantener el sistema en marcha si él faltaba. Se encaminó a un banco, pero el individuo que lo atendió, seguro que sonriente y tan pulido como cualquier empleado de banco de aquí, se echó las manos a la cabeza. ¿Pero qué me está usted proponiendo? Por principio no se puede prestar dinero a los pobres. No son solventes. Pasaron los años y las tentativas hasta que Yunus decidió ofrecerse a sí mismo como aval. La autorización del banco tardó otros dos años. Seis después, la cosa funcionaba bastante bien, pero casi todos los que recibían los préstamos eran varones y Yunus pensó que sería más justo equilibrar sexualmente el sistema. Los banqueros aseguraban que las mujeres no querían préstamos. Lo estudió. En realidad, si una mujer pedía un préstamo, el empleado le preguntaba si lo había consultado con su marido. Si ella respondía afirmativamente, el empleado le pedía que fuera a buscar a su marido para que ultimara la negociación. Cuando el que acudía era un hombre, nunca le preguntaban la opinión de su esposa. El paciente Yunus consiguió revertir el proceso, lo que llevó más años. A cambio, descubrió que prestar a las mujeres resultaba más eficaz porque siempre lo utilizaban para la familia y lo gestionaban mucho mejor ya que, a pesar de ser analfabetas, estaban acostumbradas a sacar leche de una alcuza sin desperdiciar ni un centavo. En la actualidad, el 98 por ciento de los clientes propietarios de su Banco Rural (Grameen Bank) son mujeres y ya no están sólo en Bangladesh, sino en cientos de países pobres. La rueda sigue creciendo. Sólo se les pide que tengan un proyecto (un microemprendimiento), que formen un grupo de cinco personas sin lazos familiares entre sí, que se comprometan a pagar la cuota semanal entre todas y que sigan un curso de entrenamiento que les permita comprender el sistema y su filosofía. Saben que si pagan el dinero circula y sirve para mantener y ampliar el círculo de beneficiarios. Cada semana se reúnen para dar cuentas en un encuentro social donde intercambian impresiones y aprovechan para hacer trueque de sus productos. La argentina del vídeo recibió un préstamo de cuatrocientos pesos. Con cien compró un telar que al principio no sabía ni cómo funcionaba y con los otros trescientos compró materiales. Consiguió ponerlo en marcha. Ahora es feliz creando lo que le da la gana, sin repetirse, participando de su vida más de lo que participamos nosotros de las finanzas, los AVES y el plástico que envuelve nuestras incomprensibles leyes de mercado.

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