Nacionalismo de pijama



Uno de los primeros maestros de los que guardo memoria, don José, enardecía nuestro nacionalismo infantil narrándonos lo bravos que éramos los españoles, lo bien que habíamos guerreado en la historia, hasta el punto de que inventamos la guerra de guerrillas, valiosa estrategia militar para enfrentarse a un enemigo superior en número y en armamento. Citaba mucho a Viriato, que luego supimos que no era español sino lusitano, aunque vivió en tiempos en que una y otra nacionalidad estaban aún por definir. También hablaba con entusiasmo del Cid Campeador, que después hemos leído que iba con moros o cristianos según quién aflojase más calderilla y que además se parecía peligrosamente a Charlton Heston. De modo, que el tiempo, que todo lo relativiza y lo convierte en cine, ha ido desmintiendo a mi maestro a la vez que iba desdibujando mi espíritu nacionalista. Será por eso que cuando a un locutor se le agotan los adjetivos para describir lo grandes que somos ganando medallas o copas, necesito salir a tomar aire. El domingo pasado, por ejemplo. Ponías la tele un rato y ahí estaba Contador ganando el Tour por tercera vez, y resulta que es la quinta seguida que se corona un español en los Campos Elíseos (lo dicen así, que se corona en los Campos Elíseos, para darle un toque mitológico, señal de que empiezan a escasear los recursos verbales). En otro canal, Fernando Alonso estaba demostrando tanta superioridad y se le veía tan ansioso resoplando detrás de Felipe Massa, que los estrategas de su equipo consintieron en pedirle al brasileño que se dejara adelantar (lo que les costó un multazo de 78 mil euros) con tal de no soportar el mal humor del asturiano al final de la carrera. Y por la noche, después de escuchar al Punset doblándose a sí mismo, vimos a Jorge Lorenzo descorcharse una y otra vez en el circuito de Laguna Seca, hasta salir tan mareado que en el podio le pusieron el himno italiano en lugar de la Marcha Granadera. La confusión era comprensible porque Lorenzo está que se sale gracias a que le ha dado tregua Valentino Rossi, que se ha lesionado un poco para parecer más humano y sale a correr porque así le duele menos el hombro dislocado que cuando empuña la muleta para ayudarse a caminar con la tibia fracturada. Claro, la familia real no daba abasto a enviar telegramas y felicitar por teléfono a tanto ganador. Gastan un sueldo en felicitaciones. Y el directivo ese de la barba, que está en todas partes, el Jaime Lissavetzky (qué apellido tan español), no paraba de responder entrevistas, como si el ganador de todo fuera él, hasta que se le acabaron también los adjetivos diplomáticos y soltó que había sido un superjulio para el deporte español, contando con los triunfos de Rafael Nadal y el de la selección de fútbol. ¿Qué te parece? ¿Cómo puede haber gente en el mundo que no quiera ser española? Quién entiende que los catalanes hayan prohibido la fiesta nacional, la española, en este momento de gloria, por mucho que el Tribunal Constitucional no le deje llamarse nación a Cataluña. Si hasta los bancos españoles son los que mejor pasan los test de la crisis, aunque igual es porque los españolitos de a pie les ayudamos mucho pagando sus desaguisados con desempleo, congelaciones de sueldo y paciencia para soportar la guerra de guerrillas de nuestros mezquinos políticos. Menos mal que el domingo nos consoló el consejero de sanidad de Castilla-La Mancha, Fernando Lamata, entrevistado por Dolores Carcelén. Dos meses después de sufrir un ictus cerebral, Lamata ha rescatado sus propios poemas del olvido y vuelve a recorrer quinientos kilómetros diarios. La hazaña nos reconcilia con nuestra rutina de españoles, más allá de batallas históricas y medallas legendarias. Más cuando leemos que el retoque en el cerebro, mediante un catéter teledirigido desde la pierna, se lo han realizado aquí mismo, en Castilla-La Mancha, porque no hacía falta irse más lejos. Encima reconoce que, por muy consejero que seas, “cuando te ponen el pijamita, te sientes tan desamparado como cualquiera”. Es el único guerrero español que me parece humano.

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