Ostalgia


Pertenecemos a la memoria más de lo que la memoria nos pertenece. Quiero decir que no la controlamos. Vaya una novedad. Pero no veas cómo duele. El otro día, fue escuchar a los Fórmula V subidos al escenario de verano de Chinchilla y experimentar un subidón de nostalgia. Pero qué nostalgia, si a mí los Fórmula V no me gustaron nunca. El vocalista, un tipo rubicundo de ojos saltones y paletas largas, me pareció siempre un histrión. En cambio el otro día, me salían solas sus canciones, la de Eva María se fue, Vacaciones de verano, Un rayo de sol. Y la gente en la plaza, emocionada, bailando. Muchos mayores agitando los brazos al compás de la música, y yo tratando de contenerme, de entender aquello. Por qué me impactaba tanto ver al de los ojos saltones medio calvo y con cuerpo de sesenta años tratando de imitarse a sí mismo con cuarenta años menos. Me fui a casa con el corazón en un puño y nada más llegar me metí en internet a documentarme sobre el grupo, a ver qué leches pasaba. Y en efecto: los Fórmula V se hicieron populares cuando yo era pequeño y se disolvieron cuando yo granaba. Vamos, que no tuve edad para merecerlos como ídolos de juventud. En cambio, eso sí, crecí oyendo sus canciones por todos sitios. En aquella época, todos sitios era la radio. Si acaso, la piscina de Educación y Descanso, por cuyos altavoces, digo yo, pondrían fondo musical a los veranos. Porque todas las canciones de los Fórmula V están cortadas por el patrón estival: que si el bikini de rayas, que si el último verano, que si un rayo de sol, guojojooo. Hasta Cenicienta salía a ver las estrellas y se encontraba una botella en la Fiesta de Blas, donde todo el mundo salía con unas cuantas copas de más. Por supuesto no caté ni una de esas copas. Sólo el síndrome de Estocolmo puede explicarlo. Fuimos raptados, cuando estábamos aún formándonos, por una secta de pinchadiscos, los cuarenta principales, que nos inyectaron en sangre estas canciones pegadizas. Desde entonces, viajan en nosotros de forma larvada y vuelven a aflorar en cuanto suenan las cuatro notas que las reactivan. Entonces, hala, a canturrear, sin querer, los estribillos, que nos sabemos mejor que las oraciones que aprendimos para tomar la comunión. A bailar como los niños de Hamelin, perfectamente idiotizados por el flautista. Nos invade la ostalgia, es decir la nostalgia de lo que creímos vivir, pero no vivimos en realidad. La palabra se la robo a Dubravka Ugresic. En español su significado literal es dolor de un hueso. En fin, siento ostalgia de Fórmula V. Y siento ostalgia del mayo del 68, cuyas rebeldías sólo pude leer, no vivir, pero creo que me hicieron abominar de las canciones superficiales de Fórmula V, que eran sangre de mi sangre, que eran para mí el verano, aunque no lo supiera. Eva María, hija, dónde andas, con tu bikini de rayas.

2 comentarios:

  1. La nostalgia me temo que es algo inevitable. Aunque al acudir a ella tenga algo de recuerdo inventado.
    Ese día del concierto en Chinchilla, estuve en la plaza para asistir a una boda. Al salir y entre el baño de pétalos y arroz de los novios, Formula V estaban ensayando el sonido y cantaron íntegra "Cenicienta". Y mi pasado de canción del verano recobró su protagonismo. No fui el único, a mi alrededor los "maduros" transformaron sus caras como volviendo atrás en el tiempo, a una época en que los sueños eran algo más alcanzable y las sensaciones del instante impregnaban nuestros poros.
    Ese sábado en Chinchilla, en el preludio de esa noche nostálgica, todos nos desprendimos por un rato de esos años que el tiempo nos ha ido agregando.
    Fermin

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  2. Querido Fermín, qué cerca estuviste. Supongo que esa regresión nos curará de algo. O añadirá una nostalgia real a la ostalgia. El caso es que lo mejor de estos sentimientos extraños es comprobar que son compartidos. Me alegro de que así sea.

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