La varica de la virtud


Fina Ortega García acaba de publicar un libro con fotos e historias tradicionales de Chinchilla. Es el cuarto que da a la imprenta esta mujer imparable, que mantiene un ritmo de libro por año y que seguro que atesora material suficiente como para seguir publicando ininterrumpidamente otros diez años más, por lo menos. Las fotos, claro, se comen con los ojos. Los que vivimos en el pueblo tenemos la posibilidad de encontrar más de una vez el rostro de una persona, a la que saludamos cada día, envuelto en las penumbras del blanco y negro y ataviado con vestimentas desacostumbradas. Luego, al consultar la fecha de la instantánea comprobamos que a finales del siglo XIX o muy poquitos años del XX había otra persona exactamente con el mismo rostro e idénticas hechuras corporales que nuestro conocido. O sea, como viajar en el tiempo y a la vez sentir que el tiempo no transcurre, sino que se repite, que somos repeticiones de antepasados que ya han sucedido, que se siguen desarrollando en nosotros y que, si somos capaces de mantener vivo el planeta, volverán a repetirse cíclicamente a través de las generaciones.

Sin embargo, y a pesar de lo impactante de ese viaje propuesto por las fotografías, aún me ha impresionado más leer algunos cuentos tradicionales en la versión inédita que le imprimían los abuelos del lugar, los que se los han contado a Fina. Cuentos que el cine ha edulcorado y simplificado y que ahora este libro rescata en versiones anteriores al cine y con retoques propios de la idiosincrasia chinchillana. Por ejemplo, Estrellica de Oro, que no es otra que una Cenicienta manchega. Su madrastra es una maestra que le da de merendar pan con miel para camelarla y lograr que interceda ante su padre para casarse con él. Después de la boda, le cambia la merienda a pan con hiel y la envía a lavar la ropa al río sin jabón. No la socorre un hada, ente por lo visto poco habitual en la estepa castellana, sino una misteriosa vieja. En cuanto a la varita mágica, adquiere el apelativo más maravilloso y certero de varica de la virtud. La moza se embellece mojándose el rostro en el río, que le imprime una estrella de oro en la frente. Luego vienen los bailes y la pérdida de los zapatos, que no precisan ser de cristal, sino simplemente zapatos, un lujo en según qué época y lugar. Y al final es un perro, cuyos ladridos se entienden, el que descubre al príncipe que la madrastra y sus hijas lo están engañando y mantienen a Estrellica oculta debajo de una artesa.

Como en ese juego de decir al oído de otra persona una frase y que esta se lo diga al oído a la siguiente y así sucesivamente, hasta terminar el corro y descubrir que la frase resultante apenas se parece a la original, estos cuentos han ido cambiando y enriqueciéndose cada vez que alguien los reconstruía para sus nietos a partir del recuerdo de haberlos escuchado en su propia infancia. Y cada nuevo narrador añadía o quitaba detalles, según su propia experiencia y personalidad. Y no obstante, en esencia, historias como la de Cenicienta siguen siendo las mismas en todo el orbe, desde la Cinderella británica hasta la Aschenputtel alemana, pasando por la Cendrillon francesa, como si hubiera una conciencia superior y común en el ser humano que escogiera lo esencial de la leyenda y la preservara haciéndola reconocible para todos. Incluso, como ocurre en la versión del libro de Fina Ortega, después de retirarle la ceniza del vestido y el nombre original y colocándole una estrella en la frente.

Por supuesto, en un volumen de doscientas páginas hay otros cuentos, dichos y leyendas, a veces incluso retrucados en versiones diferentes para que el lector pueda comparar. Incluye también historias reales como la vida misma, crueles, lacónicas, sin aparente explicación, para todos los gustos. Y cuentos que yo no conocía, o conocía muy vagamente, como El del Tío Antón, tan delicioso que nada en absoluto tiene que envidiar a otros más populares. Las voces de la memoria, cuentos, historias y romances es el título de este libro que habla por los codos, en un desorden coral, como el de un cofre revuelto donde no sabes si brilla más la hojalata o las joyas, y que es capaz de arrancarte del presente y llevarte hacia algún lugar del pasado o de ti mismo, igual que las llamas hipnóticas que crepitan en la chimenea.

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