ANTONIO RODRÍGUEZ JIMÉNEZ Bailando en la azotea Renacimiento, Sevilla, 2023 |
«Alguien está bailando en la azotea / sin que lo mire nadie. Por debajo / pasa el tren impasible de la vida».
Antonio Rodríguez Jiménez (Albacete, 1978) ha ido inclinándose paulatinamente hacia la denuncia social. En Bailando en la azotea, es ya su tema predominante. Al mismo tiempo ha ganado en tensión lingüística valiéndose de la anáfora y la salmodia como herramientas, con resultados notables en poemas como «Horarios», donde resume, comprimida, la vida de una familia cualquiera, en sus hitos más tristes, contada sin signos de puntuación, lo que la hace a la vez porosa y terrible. En el libro, el poeta se pone del lado del proletario, del rojo perdedor de la guerra, de siervo de un cacique, y, aderezándolos con un toque de parodia, demuestra que esos roles siguen vigentes: «nos sentimos ligeros como el humo / que juega con el viento y que se aleja. / Ligeros como el humo y casi alegres / porque el amo también nos necesita». Eso sí, se aprecia una distancia física: no hay rostros, no hay nombres en esta geografía urbana de barrios pobres ni en el nuevo Ulises que se suicida en París. Sabemos en cambio que es su padre quien protagoniza «La camisa de cuadros», pero no sabemos quién era la roja que se paraba ante los escaparates de muñecas: «los proyectiles silban un segundo / y se pierden si no dan con un cuerpo. / Las palabras, en cambio, / no te abandonan nunca». Tampoco sabemos quién es el que baila en la azotea. Intuimos que es el poeta, como intuimos que es España el asunto del que nos habla en «Las líneas truncadas». Pero igual podemos estar equivocados. En todo caso, el poeta se conmina a sí mismo: «no dejes que te domen», y reivindica con énfasis la poesía genuina en un mundo de falsificaciones: «esto no es la excreción de algún cantante ni un desahogo lírico. Es poesía. // Si no te hace temblar, olvídala. Si no te hace sentir afortunado / portador de un secreto inconfesable, / no malgastes tu tiempo». Un jurado de casi 20 personas, muchas de ellas relevantes en el mundo de la poesía, valoró estos méritos para otorgarle el 36º premio Tiflos.
Me quedé pensando en tu reseña de hace días sobre "Clamor de la memoria" de Dionisia García. Consolador y verdadero el alegato del marido: "cuando yo ya no esté/ aquí me tienes". Podría decirse que justifica todo el libro, aunque aún no le he leído.
ResponderEliminarCon la actual, de Antonio Rodríguez Jiménez me ocurre algo similar, me provoca un interés especial. Que alguien joven aún le dedique esfuerzo a ese lado sin brillo del espejo da que pensar, sobre todo en este tiempo de flotación sobre la espuma neoliberal que lo ahoga todo por asimilación. Hace falta que alguien baile en la azotea, sin espectadores momentáneos. Ya llegarán, seguro, y lo llevarán a un escenario donde todos podamos disfrutarlo.
Muchas gracias por rescatar y comentar esos pasajes, Abilio.
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