Dimas Prychyslyy: Materlingua

DIMAS PRYCHYSLYY
Materlingua
Ya lo dijo Casimiro Parker, Madrid, 2023

«Mi lengua madre no es mi lengua materna. (…) Mi lengua madre son las personas que han sabido desdibujar mis fronteras. Mi materlingua es un invento para reconciliarme».

Los primeros poemas de Materlingua recuerdan los de Poeta en Nueva York, pero no están escritos por un turista andaluz, sino por uno de los personajes que aparecen retratados. No es Nueva York, sino Ucrania, lo que subyace en las imágenes creadas por Dimas Prychyslyy (Ucrania, 1992): «Mi tía Luz, que lee a oscuras, tenía un novio que fue de nieve. Y le hizo una guirnalda azul en las entrañas, una estrella enana y apagada que mordía». En «La frontera», el poeta se desdobla y consigue no dejar de ser el niño e interpretar la crudeza del exilio con sus ojos inocentes: «Estamos de vacaciones en Europa, pienso, / cuando la luz verde de la frontera de Austria / anuncia que solo cinco de los diez viajeros / pueden continuar el viaje». Otro desastre más contribuye al desarraigo: «Ya no hay sirenas. ¿Cuánto tardaría la nube tóxica en llegar a Madrid? Yo tardé diez días. Este paréntesis de 25 años como una tregua entre guerras, y el recuerdo de oír a diario / el nombre de Chernóbil como si fuese alguien más de la familia». Leemos estos testimonios sin dejar de preguntarnos si nos impactan por el factor humano o por su valor poético, pero tampoco perdemos de vista que están escritos directamente en castellano, no fruto de una traducción. Para existir, el autor nombra las cosas con esta herramienta que ha encontrado: «A veces me acerco, como por casualidad, a visitar la tumba / del que un día fui entre aquella tímida luz de ecos y ladrillos. / Entiendo que no hubo un lugar mejor / para entender la incomodidad de los paraísos, / la extrañeza de habitarlos, la soledad / que entraña a belleza desubicada». En la tercera y última parte del libro, Prychyslyy aborda otro problema añadido, el de su homosexualidad, pero a estos últimos poemas les falta algo de vuelo, excepto en todo caso al que da título al capítulo, «Reproducción de las matrioshkas». Así es donde comprendemos que los poemas anteriores valían por sí mismos.

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