Jesús Munárriz: Y tan lejos de casa

JESÚS MUNÁRIZ
Y tan lejos de casa
Pamiela, Navarra, 2022

«Solo es justo el olvido si la memoria es justa».

El poeta y editor Jesús Munárriz nació en San Sebastián (1940), pero fue engendrado, se crio y creció en Pamplona, donde estudió el Bachillerato, que decía Max Aub que es la clave que define la pertenencia a un lugar. Aunque se marchó a Madrid con 18 años y allí hizo carrera y vida, y triunfó al frente de Ediciones Hiperión, llevaba ya consigo la carga de profundidad de sus primeros recuerdos. Son los que se amalgaman en este poemario que le han publicado en la navarra Pamiela, con un título nostálgico que parece dirigido más a sus paisanos que al resto de lectores: Y tan lejos de casa. La mayoría de los poemas son nuevos, aunque algunos se han rescatado de libros anteriores. Unas veces son crónicas casi periodísticas, incluso con citas incrustadas, a ratos son semblanzas de personajes locales trazadas con la guasa que gasta Munárriz, que es recia y niña a la vez: «los vascos nos mandaban merluzas y besugos / (no perdían detalle los besugos)». Contiene ejemplos de casi todas las líneas que ha tocado: la veta social aflora en «Doce maneras de cerrar el puño» sobre una fotografía de la guerra civil, circunstancial y aun así vibrante. En otro poema, intenta comprender y redimir a los que pelearon en el bando rival («Y envejecieron extrañándose del mundo»). Hay también mucha copla. Se nota que se siente cómodo en lo breve («Llueve en mi infancia, llueve, / llueve a diario, / se me mojan las hojas del calendario»). No en vano, Munárriz ha cuajado varias colecciones de haikus. La más reciente, Fugacidades (Polibea, 2021). A mí las piezas que más me interesan son las ligadas a su infancia, a su perro ratonero, a la radio en que oyó "la agonía de Manolete", al sabor del pan donde caben tantos episodios, al parecido con sus antepasados, y sobre todo el retrato que hace de los ciclos naturales a los que estamos ligados en el poema «Invierno en la Mejana». Quizá Munárriz se marchó porque «se le queda pequeño el mundo al que del mundo / nada mundano espera». Quizá para no empezar a escuchar las ausencias en las listas de clase.

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