Daniel Fernández Rodríguez: Las nubes se levantan

DANIEL FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ
Las nubes se levantan
Pre-Textos, Valencia, 2022

«Qué cosa: escribir versos / para vivir mejor, para entender / un poco más tal vez la lluvia de hace un rato, / para estar tristes cuando así conviene».

Aunque Las nubes se levantan es solo su segundo poemario y Daniel Fernández Rodríguez (Barcelona, 1988) tiene aún edad para ganar certámenes destinados a jóvenes (en este caso el Emilio Prados), su poesía está perfectamente cuajada. Maneja las enumeraciones caóticas de Borges, la ironía de D´ors y su inclinación a nombrar lugares concretos, la destreza con que De Cuenca disfraza la realidad de cómic o de Hopper, que viene a ser lo mismo, el desdoblamiento de Rosillo para crear una nube de tiempo donde parece que nada está pasando. Con todo, la voz de Fernández Rodríguez es una voz propia, que suena con la prosodia morosa de los que saben retener el discurso y lograr que lo contenga todo en unos pocos versos. Su tema es el tiempo: las formas con que regresa una vivencia convertida en experiencia: «A ti solo / te queda comerciar con la memoria, / el oro de la infancia, / o resignarte a la virtud / ―ingrata y noble, como todas― / del olvido». Fernández Rodríguez personifica las estaciones para mostrar la sucesión inmisericorde de los ciclos, del fluir de la vida, ajeno a nuestro afán de retenerla: ahí están los aires adolescentes del verano, la mano del otoño pintando el invierno para que la primavera haga el trabajo sucio. Y no obstante, en otro poema, le basta que no cambie el canto, pero sí el pardal que canta, para que comprendamos que el tiempo pasa sin sentir (en Rosillo, el pájaro es «Un jilguero»). La parte III del libro se compone de poemas de amor que a la vez se alimentan de la tradición y se alejan de los convencionalismos, poemas que juegan a romper, como la lluvia, las defensas del lector sin privarse de algún guiño a Lope. Al fin y al cabo Daniel Fernández imparte clases de Literatura del Siglo de Oro. En el más personal «Propósito de año nuevo», el poeta se propone «perder de vista el mundo / como cuando de niños / nos daba por ponernos a dar vueltas / y vueltas y más vueltas / hasta caer rendidos en el suelo / de tan felices».

4 comentarios:

  1. Sigo tus reseñas desde hace tiempo. Valoraciones sobrias y apoyadas en algo real, lejos de esos nebulosos comentarios que igual pueden referirse al libro reseñado que a cualquier otro.
    Conozco bien la obra de Daniel, corta por ahora, pero ya con peso.
    Como paisano suyo reconozco paisajes y vivencias, aunque separadas por muchos años. (Acaso deberías mencionar que el libro comentado obtuvo el premio Emilio Prados).
    Un abrazo

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    1. Hola, Abilio. Gracias por tus palabras. Siempre sopeso si mencionar los premios obtenidos por los libros que reseño. Como habrás advertido, tengo que ceñirme a un número limitado de matrices, por imposición del periódico (lo que me viene muy bien, por cierto). Intento salvar cada libro que me parece salvable y que lo que digo retrate al libro. En este caso, me parecía más importante señalar que David está en edad de presentarse (y ganar) premios para jóvenes que en mencionar el premio (que por otra parte figura en la portada del libro cuya fotografía adjunto). Es probable que me equivoque y te agradezco que me lo digas para intentar ser más cuidadoso aún en adelante. Un abrazo grande. Arturo

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  2. Entiendo. Era una presunción mía, pensaba que era un deber de cortesía citarlo, pero seguro que está bien así.
    Un abrazo.

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