Pablo Fidalgo Lareo: El perro en la puerta de la casa

PABLO FIDALGO LAREO
El perro en la puerta de la casa
Ediciones Liliputienses, Cáceres, 2021

«Ese eres tú intentando definirte. / Navegando entre dos islas / que son dos identidades, que son dos perros, / que son dos formas muy diferentes / de llamar al timbre de tu casa».

Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984) vive tan vinculado al teatro como a la poesía. Por eso El perro en la puerta de la casa es un libro conversado; transcurre en un escenario que podría explicarse en una línea: es una historia de amor en una isla (Sicilia) donde hay muchos perros. A partir de este marco, Fidalgo desarrolla poemas que tienen mucho de biográficos y que a la vez se elevan buscando la propia identidad, huidiza siempre entre las contradicciones del mundo circundante: «Crees que la destrucción lo explica todo / y no explica nada. / Lo que llamas destrucción es solo un paisaje insuficiente». Fidalgo confiesa que ha conseguido superar el miedo a los perros, que en su caso era un miedo aprendido. Y los perros forman parte de la escenografía incómoda del libro: «Siempre hay un modo de amar / lo que nace roto, interrumpido, / rodeado de agua por todas partes». Cada poema es una experiencia que se va entreverando de reflexiones y de conclusiones. «Lo que nos hace la vida / es darnos una identidad / pase lo que pase, / cueste lo que cueste». Más adelante: «Acepta que solo al recordar / elaboras algo verdadero». Aunque el conjunto está más bien deshilvanado y quizá le convendría una poda, Fidalgo consigue mantener la atención gracias al tono y a esos hilos conductores del ambiente y de la desorientación. No en vano nos muestra por dentro el mundo complejo en el que nos movemos cuando salimos de la zona de confort, un mundo sin asideros emocionales: «He tardado tiempo en entender / que ni siquiera cuando somos elegidos / somos únicos». Si creíamos que todo tiene que estar localizado y ser comprensible, Fidalgo nos desengaña desde una isla que flota en medio del Mediterráneo, donde se balancea perdido y a la vez muy centrado, sin dejar de buscarse: «He estado mucho tiempo imaginando el sur / sentado en las plazas. / Si nadie te enseña pronto a perder el tiempo / ya no lo aprendes».


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