Karmelo C. Iribarren: El escenario

KARMELO C. IRIBARREN
El escenario
Visor, Madrid, 2021

«Muy pronto / me defraudó / la esperanza. // Y eso / que apenas / esperé nada». Ni sus detractores pueden objetarle a Karmelo C. Iribarren (Donosti, 1959) que es un poeta diferente, que no se parece a nadie más que a sí mismo. En los últimos años le han salido imitadores que no alcanzan a imitarle del todo porque lo que escribe Iribarren parece fácil, pero es muy complicado. Escribir breve, en versos cortados, requiere controlar bien los tiempos y aportar la dosis justa de ironía para que surja el fogonazo. Es tan difícil que a veces ni el propio Iribarren lo consigue. Además, la guinda la pone el personaje, ese paseante descreído que camina bajo la lluvia de Donosti, que es el mismo y sin embargo no es el mismo que habla en los poemas: «Mi poesía / y yo / nos parecemos tanto / que hay gente que nos confunde». Últimamente, con la facilidad para publicar que le ha granjeado el éxito, Iribarren saca un libro al año. El recién aparecido se llama El escenario, que viene siendo la misma ciudad, la misma lluvia, y no obstante da cabida a nuevos matices de tiempo, del atmosférico y del que corre sin que nadie sepa cómo atajarlo. Poemas como «Desde mi ventana» o «La sabiduría», por citar solo dos, han venido para quedarse entre los mejores del autor. Desde su aparente escepticismo, Iribarren lamenta que a su pasado empiecen a faltarle referencias: «Me acerco a un mundo / en el que mis recuerdos / no van a tener donde ocurrir». Los bares son el último reducto, el amparo de los solitarios, pero hay calles sin bares, su propio bar es una sombra de lo que fue, su madre unos días le reconoce y otros no... Solo la parsimonia y la observación de la naturaleza, por ejemplo de las hojas caídas, amortiguan la velocidad con la que su historia camina hacia el crepúsculo: «El mundo está parpadeando / como una bombilla vieja de desván / a punto de extinguirse». Aparte está el amor del sentimental que intenta hacerse el duro en poemas como «Los amantes infinitos», otro que destacaría. A los seguidores de Iribarren y a los que se acerquen a leerlo sin prejuicios no les defraudará.

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