Eugenio Montejo: Obra Completa I Poesía

EUGENIO MONTEJO
Obra completa I Poesía
Edición al cuidado de Antonio López Ortega, Miguel Gomes y Graciella Yáñez Vicentini
Pre-Textos, Valencia, 2021

«Me sostiene el asombro de estar vivo / y el misterioso acecho de mi duende». Nunca como en esta reseña se me quedan cortas las 1.200 matrices que me impone el periódico. Y sin embargo, las obras completas de cualquier poeta, de los mejores poetas, siempre contienen mucha más hojarasca que brillo, por mucho que las perlas compongan una literatura completa como la de Borges o como la de Neruda. El venezolano Eugenio Montejo (Caracas, 1938-Valencia de Venezuela, 2004) puede resultar tan inagotable que uno lo está releyendo desde el momento mismo en que empezó a leerlo. Ha sido muy buena la iniciativa de Pre-textos de recuperar sus obras completas, que empiezan con este primer volumen de su poesía. Por momentos parece que hemos abierto el arcón de Pessoa, lleno de sorpresas que nos hablan con el coro de los gallos ventrílocuos, el coro del pasado de Eugenio Montejo: «Mi paisaje es el último grito / ya muy lejos, de un gallo / que se borró de estas sordas madrugadas». Es la naturaleza la que regala el primer turbión de los versos: «algunas de nuestras palabras / las inventan los ríos, las nubes». Luego, poco a poco, progresivamente, el poeta va parando ese torrente, domando su discurrir «y es solo su voz lo que defiende, / porque en el tiempo no es un pájaro / sino un rayo en la noche de su especie, / una persecución sin tregua de la vida / para que el canto permanezca». Entre las constantes en la obra de Montejo, hay algunas que son tan enormes como la decepción de Dios: «la oscuridad de Dios nunca deja ver nada claro»; «para que Dios exista un poco más / ―a pesar de sí mismo― los poetas / guardan el canto de la tierra...». También está el amor, que tiene una dimensión carnal: «no es de nosotros el amor, es de los cuerpos / que se desnudan en su música táctil / y aquí nos dejan abandonados». Más adelante, «adiós a quien yo fui / cuando la amaba». Otro tema es el paso inmisericorde del tiempo: «la edad me ha hecho liviano»; «muero lo que puedo. Pero no me adelanto». Tras nosotros «no quedará nada de nadie ni de nada / sino el tiempo tras sí mismo dando vueltas».

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